patito

martes, 16 de noviembre de 2010

Un corazón en invierno: el panóptico interior y la muerte


Viendo la película francesa, Un corazón en invierno, pensé en Foucault. Hace años que mi pasión por este autor francés está dormida y la película la despertó de golpe. Literalmente, sufrí un golpe este fin de semana, me caí de una pequeña escalera en mi casa, y ahora viendo la película tiene mucho sentido la frase "despertó de golpe". Claude Sautet, el director de varias de mis películas preferidas sobre todo de "Nelly el el Sr. Arnaud" vuelve con este film a plantearse esos silencios entre las personas que son claves en la construcción y la destrucción de los vínculos. El reparto, como siempre en este director, es impecable. André Dussollier, un monstruo de la actuación francesa, Daniel Auteuil, un clásico del alto cine francés y la bella y talentosa Emmanuelle Béart son siempre cartas ganadoras a la hora de relatar una historia como ésta.



Camille, violinista se enamora del socio de su novio y en el proceso va descubriéndose ella otra, abriéndose a diferentes sensaciones que la llevan al desequilibrio por la falta de respuesta de su amado, Stephane. Ella, que parece fría y distante termina por convertirse en una mujer pasional dispuesta a decir, vivir y enfrentar al mundo por ese amor que ha descubierto en su interior. Stephane es un luthier famoso, reputado, que se mantiene en un plano de cordialidad, intriga, inacción. Es un verdadero espectador de la vida de los otros, sin demasiado compromiso, sin entregarse desmedidamente a nada, ni a nadie, transcurre sus días sin buscar el cambio. No hay marcas de guión que nos aseguren que él la ama, pero tampoco hay marcas que aseguren lo contrario. Sólo un breve y cruel diálogo entre ambos pone en su boca palabras que indican que él no la ama aunque nosotros incrédulos vemos la escena con fastidio sin creerle demasiado. ¿Por qué hacemos eso?. No es que queramos que todas las películas sean historias perfectas de amor pero nos han contado hacia el inicio del film que él tiene un socio, Maxime, con el que trabaja hace muchos años, 10 para ser más precisos, y con el que comparte todo, incluso hacen deporte juntos. Lo deja ganar porque siente que él es feliz, le escucha sus aventuras y experiencias porque así lo prefiere Maxime. Nunca sabremos, de principio a fin, qué es lo que realmente desea en la vida Stephane. ¿Por qué creerle cuando dice que no ama Camille?. Stephane es víctima, como tantos que he conocido en mi vida, del miedo. El peor enemigo de la vida, el miedo.



La cárcel que construye para sí es dura, fría, de barrotes inviolables. Su contacto con el mundo lo hace a través de esa cárcel perfecta, de autocontrol interior, que recuerda al panóptico de Foucault. Un sistema de vigilancia extrema como el que había analizado el teórico con celdas concéntricas diseñadas para que el preso estuviera permanentemente vigilado, o se sintiera de esa forma y frente al temor de estar siendo observado se autocontrolara hasta el extremo más inhumano.



Stephane construye su panóptico emocional en donde el carcelero es el prisionero mismo. El dejar pasar esa gran oportunidad, una mujer bella y talentosa le entrega su mayor confesión, le revela su amor, su deseo y él a cambio decide seguir resguardado en ese "invierno" interior dejando pasar sus días y la felicidad. Su antiguo maestro de música, está enfermo, su mujer lo cuida con ternura, es su amiga, compañera y él lo observa inmutable por fuera, revuelto por dentro. Stephan ve en su profesor enfermo el hombre que no llegará a ser nunca él, su elección lo destina a la soledad. No habrá un ser amado que lo acompañe en esos momentos difíciles y será a causa de que se ha encerrado en ese panóptico perfecto, eligiendo el autocontrol total de sus emociones para quedar solo, anónimo en su dolor, aséptico de vida.



Hacia el final, Camille que ha pasado por la más grande humillación confensándole su amor y siendo rechazada, se encuentra con él antes de un concierto. Ella está viva en su proceso de superación de ese amor, en esos segundos en los que el magistral director nos muestra cómo siempre algo permanece en la mirada de los amantes a pesar del tiempo transcurrido, viva en esa capacidad que tiene el amor de transformarse a lo largo del tiempo en otras cosas como ternura, nostalgia, melancolía, silencio, y él, Stephane, más muerto que nunca cuando le responde a ella que sí iría a verla cuando toque en París.



Supongo que un tipo de espectador, como mi madre, (me lo confesó ayer por teléfono) se siente impotente y enojado con Stephane, su inacción, su desinterés por lo vital que mueve nuestra alma. Por verlo muerto, por dejarla ir, pero hay otros espectadores, como me pasó a mí, que no dejan de pensar que su tortura es insoportable, su destino está lejos de cualquier tarot, las líneas de su mano no podrían ayudarlo, las pócimas, los conjuros porque ha basado su vida en la construcción de un fuerte seguro y sólido, ha aniquilado sus sueños y resignado todas sus ilusiones para respirar y caminar, higienizarse y trabajar sin dejar más huella, sin palpitar ni un segundo. El personaje lo dice de alguna forma cuando intenta explicar lo que para él es la música: Son los sueños, dice, le gusta porque representa a los sueños. Ya no toca, ha dejado hace años, sólo repara violines para que otros toquen en su lugar. No cree en los sueños, no construye sueños, en su lugar levantó muros gruesos y rígidos de piedra por donde se cuelan algunos olores, sonidos, palabras. Stephane vive su muerte apasionadamente mientras que los demás despóticos por el dolor y la impotencia que genera el personaje le imploramos y exigimos que salte esas murallas y ame, grite, clame, llore, corra bajo la lluvia con Camille, como en esa maravillosa escena, y entregue su alma.



No me asombra que este director logre esta gran película, no me asombra que Maxime perdone a Camille luego de lo ocurrido con su socio Stephane, no me asombra tampoco que Camille se recupere y crezca como concertista y triunfe y no me asombra que Stephane ayude a su gran maestro a morir, porque es el lugar que mejor conoce, al que no teme, porque ya está muerto.



Stephane y yo no compartimos nada en absoluto, quizás solamente el amor por la música. Aunque no creo que la música me conecte con los sueños, como a este personaje le sucede, yo tengo mis sueños unidos a la palabra escrita, y todo aquello que puedo vivir de antemano en mi mente, me permito experimentar con mis seres queridos, mi amor, mi profundo amor, mi elección de seguir adelante, de entregarme sin medida alguna me definen por completo. Me agarro a la vida con la mayor fuerza que pueda existir, arriesgo, me vacío, me lleno, me caigo pero nunca nunca, como Stephane, la veo pasar.

lunes, 25 de octubre de 2010

Las flores del cerezo: la mayor ternura se halla en el Monte Fuji personal de cada uno de nosotros


Doris Dorrie, alemana y esteta nata, creó un film digno de ver. Las emociones más íntimas y lo más sensible sale a la luz inmediatamente. El ritmo de la película es impecable y esto es mucho decir cuando se trata de películas como ésta, donde no hay aspiraciones de entretenimiento, sino de viajar hacia lo más profundo que guarda cada ser, su propio Monte Fuji. Ese lugar al que queremos llegar, que nos da sentido, al que le damos el sentido de nuestro viaje vital. El amor es el mejor vehículo para llegar a este sitio real y metafórico al mismo tiempo. El amor que descubre los velos y nos deja ver quiénes están al lado nuestro, quiénes son, sus expectativas, necesidades y deseos. Amar es convertir eso en realidad, colaborar para esa persona logre llegar a su Monte Fuji. El personaje principal está llegando al final de sus días cuando se encuentra con un acontecimiento doloroso que cambiará su vida. En el comienzo de la película ya nos adelantan que él está viviendo sus últimos días a causa de una enfermedad terminal. Nos situamos entonces como es lógico en la espera de que eso terrible suceda finalmente. El guión magistral da un giro y su muerte pasa a un segundo plano. A partir de ese hecho fatal, Trudy, el personaje masculino principal, caminará hacia los sueños de su esposa, vivirá el amor por primera vez, la mirará a los ojos por primera vez, desde su piel, su ropa, sus deseos. Descubrir al ser amado es una aventura llena de dolor pero no de soledad. Conoce a una dulce adolescente que vive en las calles de Tokio y ella lo acompaña a realizar su mayor hazaña: encontrar a su esposa encontrándose a sí mismo. El film es un himno de esperanza a pesar de todo, muestra que el ser humano no importa cuánto pueda alejarse de su centro, de su alma y cuánto pueda equivocarse siempre tiene esa bendita posibilidad de cambiar, de ver en profundidad y de realizar. Tocó mi alma. La vi ayer, en mi casa, semi recostada en el sillón, pasé por muchas sensaciones, recorrí mis propios deseos más profundos, definí mi propio Monte Fuji. Es un día que no olvidaré. Porque era domingo, porque vi esta película, porque sentí muchas cosas que me guardo para mí y porque hablar del Monte Fuji personal no se hace fácil. Está tan adentro, quién pudiera acceder a ese espacio que guardo en mi interior y hacerme sentir en casa mientras entra despacio, se sienta a la mesa y enciende una vela. Aquellos que la hayan visto habrán pasado por diferentes estados emocionales pero seguro que ninguno quedó inmune a la hermosura de los paisajes, tiene una fotografía impecable, o a las escenas casi pictóricas por momentos. La música ata y desata los nudos dentro del pecho del espectador. Esas flores de cerezos que nacen para morir, cuya belleza etérea es de tal magnitud que emociona, sirven de metáfora perfecta para el camino de realización de Trudy. Japón, un espacio hostil para un provinciano alemán por demás conservador, es un espacio de posibilidades de nuevos Trudies, de nuevos yo, el espacio en donde se puede ser otro. Y se puede llegar a ser otro cuando uno mira a otro. El film parecería decir que al ver por primera vez, o verdaderamente, a otro, uno se convierte en parte de ese otro. Ya no quedan espacios propios y ajenos, hay una fusión maravillosa de deseos, lo que hace feliz al otro me hace ser mejor a mí desde el amor. Recomiendo esta película con el mayor énfasis que pueda imprimir. Si desean saber más de lo que es realmente el amor verdadero creo que es obligatorio verla. Aprender es lo que hace Trudy. No hay colegios, ni universidades para este proceso vital tan sin vueltas como el que el personaje vive. Quizás por eso, cuando su camino llega a la realización máxima, vivir no tenga del todo sentido. El secreto ha sido revelado. Que descanse en paz.

miércoles, 13 de octubre de 2010

ANTONIO VEGA: el miedo gigante


Antonio Vega no llegó a mí, yo fui a buscarlo. Un día cualquiera durante esos ocho años en los que viví en Madrid me levanté y fui hacia él. Lucha de gigantes es un poema perfecto. No sé si exista el concepto de perfección en poesía, no estoy del todo segura de que los poetas admitan ese adjetivo. ¿Pero qué otro adjetivo usar en este caso?. Reúne todo lo central en la vida de un ser humano. La lucha es de gigantes internos, la pesadilla en la que estamos tantas veces metidos, la inmensidad que abruma del mundo exterior que nos hace temer por nuestro yo. La hermosa humildad que existe cuando se acepta la pequeñez y el miedo. Nadie ha pasado sin tropezar. La propia fragilidad da una sensibilidad que hace crecer al ser humano. La aceptación de esa realidad nos vincula para siempre con los otros. Los vemos como son, nos aceptamos como somos. Y en medio del poema la frase: Deja que pasemos, sin miedo. Me da escalofríos la plegaria. El pedido desesperado de alguien que se ve como es, diminuto, vulnerable en el mundo, intentando ser él mismo, con sus limitaciones, animándose a vivir. Dentro de cada uno está esa lucha atroz, no podemos desentendernos una vez que escuchamos estas palabras. Cuando fui hacia Antonio lloré. Como se llora siempre que se comprende algo intransferible. Las lágrimas brotan solas, pausadas, como si el tiempo fuera de ellas, porque la verdad ha sido revelada. Y ahora que intento hacer una nota homenaje a Antonio Vega, quizás porque hace un año que ya no vivo en mi Madrid del alma, lo intransferible es más evidente. Qué decir...y me obligo. La muerte de Antonio me tomó por sorpresa. No es que no pensara que algún día podía morir sobre todo por la vida que llevaba en cuanto a sus adicciones. La sorpresa de la muerte del poeta es de otro tipo. La muerte del poeta es la muerte de una esperanza. Pero Lucha de gigantes existirá por él, para devolvernos ese trozo de ilusión que pensamos que se iría para siempre con él. ¿Una canción más?. Puede que muchos de ustedes lo vean así. Lo entiendo...mejor dicho, lo acepto, no lo entiendo del todo. Para mí revela casi todo en lo que creo, casi todo en lo que hago pie en este mar tan profundo y misterioso que es la vida. Este último año regresando a mi Buenos Aires lineal, saliendo del Madrid circular, todos los monstruos me vinieron a visitar. Y Antonio estuvo ahí, a mi lado, cantando para mi estos versos, diciendo una y otra vez: Deja que pasemos, sin miedo. Gracias, Antonio. Nos conocimos en Madrid, cerca de Alonso Martínez, cuando te escuché por primera vez, y ahora en Villa Crespo estás sentado a mi mesa, sin parar de recordarme que los gigantes son tan grandes como yo quiera verlos, y que toda pesadilla no es más que eso. Sigo regresando...e intentando que mi ser vulnerable exista en este mundo descomunal.

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Lucha de Gigantes Convierte el aire en gas natural Un duelo salvaje advierte Lo cerca que ando de entrar En un mundo descomunal Siento mi fragilidad Vaya pesadilla corriendo Con una bestia detras Dime que es mentira todo Un sueño tonto y no más Me da miedo la enormidad Donde nadie oye mi voz Deja de engañar No quieras ocultar Que has pasado sin tropezar Monstruo de papel No se contra quien voy O es que acaso hay alguien más aquí



Creo en los fantasmas Terribles De algun extraño lugar Y en mis tonterias para Hacer tu risa estallar En un mundo descomunal Siento tu fragilidad Deja de engañar No quieras ocultar Que has pasado sin tropezar (¡No!) Monstruo de papel No se contra quien voy O es que acaso hay alguien más aquí



Deja que pasemos sin miedo (Huuuuu Ohhhhh) Lucha de Gigantes Convierte el aire en gas natural Un duelo salvaje advierte Lo cerca que ando de entrar En un mundo descomunal Siento mi fragilidad Vaya pesadilla corriendo Con una bestia detras Dime que es mentira todo Un sueño tonto y no más Me da miedo la enormidad Donde nadie oye mi voz Deja de engañar No quieras ocultar Que has pasado sin tropezar Monstruo de papel No se contra quien voy O es que acaso hay alguien más aquí Creo en los fantasmas Terribles De algun extraño lugar Y en mis tonterias para Hacer tu risa estallar En un mundo descomunal Siento tu fragilidad Deja de engañar No quieras ocultar Que has pasado sin tropezar (¡No!) Monstruo de papel No se contra quien voy O es que acaso hay alguien más aquí Deja que pasemos sin miedo (Huuuuu Ohhhhh)

domingo, 10 de octubre de 2010

Jacques Lacan: la palabra vestida sólo de palabra


Leer a Lacan fue una empresa que asumí con el mayor de los respetos en diferentes momentos de mi vida. Primero durante mi adolescencia cuando en aquellos días de verano antes de que comenzaran las clases recorría la biblioteca de mi padre en busca de aventuras mentales. Luego, cuando estudiaba en la universidad, lectura impuesta por varias cátedras, elgiéndome textos de Lacan a su antojo, imponiéndome un recorte del autor y de su obra con la que estoy parcialmente de acuerdo. Ahora, adulta, ventajas de ser mayor, si realmente existe alguna ventaja, puedo elegir mis lecturas con total libertad y armar el puzzle de Lacan sola, independiente y libre.

En El mito individual del neurótico descubro a un Lacan didáctico, el texto es parte de unos seminarios que se dictaron en su momento, y lleno de ejemplos contextualizantes. Me encanta que Lacan no pretenda ser otra cosa que él mismo. No sé si soy clara cuando digo esta frase, pero sí me ha pasado, quizás ustedes compartan la experiencia, que he asistido a conferencias y cursos en donde el expositor de pronto se plantea ser otro por un rato, para amenizar, para agilizar la presentación de sus ideas al auditorio. A mí misma me ha pasado de torturar a compañeras de trabajo y amigas haciéndolas escuchar un posible discurso mío como expectadoras simuladas y anticipadas. Una quiere ser otra más clara, más dinámica, pero Lacan quiere ser Lacan. Él sabe que la palabra está desnuda de sentido, que ni siquiera logra significarse a sí misma y quizás por eso no intenta vestirse de nada más que de Lacan, o bien, ni siquiera se plantea el tema de vestirse de algo, va desnudo aunque no despojado de sentido.

La palabra se ordena en la dimensión de la verdad siempre y cuando la verdad no forme parte del universo de lo real. Y como escritora leer esto me enamora. No logro despegarme de esta frase, casi no podré volver a pensar nada con claridad porque esta frase estará ocupando un espacio permanente en mi cabeza y revoloteará sin cesar...La verdad no forma parte del universo de lo real, la verdad es ficción, idea de verdad más que hecho de verdad o bien los hechos son ideas, como las palabras, ideas de cosas, representaciones mentales de cosas que no podemos obtener. Lo simbólico entonces entra a jugar un papel fundamental en este cuadro lacaniano sin remedio. El símbolo para este autor tiene valor de relación, es un modelo que plantea relación de sujeto a sujeto. Y en el plano de la verdad, alejado de la realidad, la relación sujeto a sujeto se construye con un discurso simbólico que nos hace tener pero no ser.

Tenemos la palabra, pero no somos la palabra. Fundamental concepto para entender los vínculos discursivos que plantea el autor. En el discurso se armará la mayor trama, la auténtica no-real-verdad en donde símbolos aparecerán de la mano de palabras vinculando a sujetos que estarán "llenos de" pero no serán nada. Me hizo pensar que no ser la palabra en parte no suena a vacío. Todo lo contrario, suena a estar más cerca de lo real, aunque en donde somos no podemos nombrarnos. Somos en lo real que la palabra no logra ni siquiera rozar.

Para la literatura es fundamental todo este planteo que encierra ángulos de análisis como la palabra, lo real, la verdad, lo simbólico. Todos son elementos fundamentales en cualquier análisis literario, las bases casi de cualquier enfoque que se precie. ¡Cuánto de literatura tenía el planteo lacaniano!. Lo real, lo imaginario, lo simbólico se conjugan entorno a un discurso que llega a nosotros desde el sujeto sin poder significarse pero que en su vacío de significación cobra el mayor sentido, conectándose con lo que realmente es intrínsecamente. Lo real es lo no representable, tiene existencia no representada, con un sentido no significable con palabras. No se puede simbolizar. En lo imaginario, el pensamiento por imágenes o más primario según Freud, no hay registro lingüístico alguno. Percibimos todo a través de los sentidos, el cuerpo propio, el yo, el otro, los movimientos del otro nos hablan del otro. En cambio lo simbólico, es la instancia mayor, EL GRAN OTRO, el nombre del Padre. El sujeto está allí, en el orden simbólico.

Me quedé leyendo esto y pensando, los que me conocen saben que logro hacer ambas cosas al mismo tiempo, y sinceramente me cautivó la idea de verme sujeta en lo simbólico. Dando vueltas a las palabras de Lacan, me imaginé atrapada cual princesa en la torre de lo simbólico, un mundo que está realmente hecho para mí. No logro imaginar un sitio más real que lo subjetivamente real de lo simbólico. Allí haría esfuerzos por manifestar mi deseo, según Lacan, utilizando símbolos en mi discurso. Ese es mi lugar, lo admito, Lacan, sé que no es mío solo, que todo sujeto tiene este espacio, pero no podrán negar que yo lo disfruto mucho más que algunos...

Leer Lacan me hizo pensar en la literatura directamente, en los procedimientos que creamos los escritores, en los disparadores y en los esfuerzos inútiles que hacemos por significar lo real en lo imaginario. Me hizo pensar en mí. Le creí, nunca fui más sujeto que leyendo este compilado de seminarios del autor. Soy sujeto en lo simbólico porque soy escritora en lo real. O sujeto en lo simbólico porque en lo imaginario no logro significarme como nada más que lo no significado, borrada para siempre, anómina de subjetividad, retrasada para el momento final, cuando la obra se culmine, el libro se cierre y nada haya sucedido realmente.

jueves, 7 de octubre de 2010

Margerite Duras: La sensualidad es un espacio femenino lleno de vacío


Una mujer que nació en Indochina es dueña de una prosa llena de sugestiva sensualidad, más allá de lo verdadero que encierra la frase, suena a cierto, en la belleza de la palabra Indochina está ese secreto. El hombre sentado en el pasillo y El mal de la muerte son un claro ejemplo de cómo una mujer logra con palabras introducirnos a un mundo lleno de espacios vacíos, tan femeninos como la anatomía misma del género. El hueco como espacio en donde el amor, el sexo y la verdad se debaten, rondan, penetran y mueren. Me apasionó la construcción de los narradores en ambas obras, hablando a través de, en lugar de, anulando o siendo testigo permanente, hacen de cada una de estas piezas algo único. Allí la pluma de Margerite nos envuelve, nos convierte en adictos a su forma de relatar que es aún más fuerte que lo relatado en sí. Lo relatado es metáfora, para entender hay que ir a buscar a otro lado el sentido. Me gusta como escritora leer escritoras como Margerite. Es simplemente una opinión personal, lo sé, subjetiva, pero en mi lectura está plasmado el gusto propio, mi ser lectora, mi ser escritora y otros seres que tengo perdidos deambulando por ahí. Mi ser mujer me dice que Margerite entiende mi vacío. El vacío de la muerte, el vacío insaciable de las palabras, el vacío que necesita respuestas, cuerpo y relato para ser llenado. Leyendo su biografía, el alcoholismo la poseyó brutalmente, entiendo que era una mujer llena de espacios interminables que hasta con una prosa tan extensa no logró llenar. El gran amor tardío que llegó a su vida, el mundo increíblemente bello que era capaz de imaginar me seducen. Leyéndola me leo. Hay algo de la mujer que está imantado a su prosa. Su mirada incompleta, la sensación al terminar sus novelas de que algo no fue dicho, algo se nos negó desde el principio me fascina. Será porque soy mujer que los espacios incompletos me parecen perfectos. Quizás porque como mujer me siento capaz de convivir con diversidades sin tener que ubicarlas en algún lugar con algún objetivo concreto detrás más que la simple razón de barajar las cartas, mantener las pelotitas en el aire, admirar el juego de los elementos infinitos suspendidos, del no espacio.

Margerite me gusta como escritora, está claro. Me gustan sus narradores porque eso revela que ella entiende mucho de la literatura al elegir perfectamente a través de quién hacer llegar la historia. Lo tajante del lenguaje cuando hace hablar a los personajes no lastima. Nos dice todo el tiempo que no hay nada que verdaderamente pueda decirse sin dejar pausa, silencio, tiempo y huecos.

La muerte y el amor parecen estar emparentados para siempre en El mal de la muerte. No poder amar es morir. El que se niega al amor ha elegido la muerte. Los recuerdos, los momentos, el mar con su inmensidad sólo nos dicen una y otra vez: se acerca la muerte. Todo el universo deja de tener sentido si no se puede amar. Y cuando el sujeto enfrenta la realidad fatal sólo le queda la palabra. Como en la escena final de la obra, el personaje se acerca a un bar y cuenta lo vivido, este conocimiento que las palabras no lograrán nunca ordenar. Y quizás porque estoy leyendo a Lacan en estos momentos, puedo decir que la palabra está vacía en este sentido, y la palabra no logra ni siquiera significarse, siendo en el no significado todo lo que realmente es y para lo que ha sido creada. Nunca tuvo más sentido la palabra que con el vacío de sí misma. Amo a la palabra, la pongo por encima de todo y por encima de todo también ella me pone a mí, y en ese vínculo existo más que nunca para no tener más sentido que en la ficción.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Carlos Chernov: la dictadura del pene, el humor y la hipérbole


El amante imperfecto es la novela que llegó hasta mí de Chernov. De lectura ágil, veloz y simple, nos introduce en el problema en las primeras páginas y no nos abandona hasta la última frase. Repetitivo, pegadizo, como un buen jingle. No busquemos la profundidad del alma humana al leer esta obra, busquemos reírnos un rato, como en una charla amena, la anécdota se desarrolla en medio de historias secundarias colmadas de risa. Lo hiperbólico se traduce en neurosis, y el perfil del personaje principal queda plasmado en la más absoluta ridiculez. Lo extremo es amigo del narrador, busca los límites hasta llegar a la carcajada limpia del lector. Un hombre que desarrolla en su ano un útero a raíz de la muerte de su mujer son algunas de las fantásticas pinturas que crea Chernov. El devenir un muerto, o el revivir a un muerto reencarnándolo en uno mismo es simplemente magistral. No sólo por su poder psicológico, sino por su poder dentro de la ficción y la trama. Problemas sexuales delinean al personaje principal. Lo acosa su propio miembro que no descansa nunca. Quizás por eso el personaje no logra pensar claramente...toda su energía está puesta en otro lado. El cuerpo como mapa de la neurosis es materia de esta novela en primer lugar. No apta para pacatos, ni para reflexivos incurables, Chernov construye una obra en donde la frustración y la negación son los pilares fundamentales del paso de la adolescencia a la adultez. El ser amado, mejor dicho, la amada, es un objeto imposible, o es sólo posible en la mente donde fue creada, idealizada. En la realidad el personaje se enfrenta con su pene que le intenta marcar un camino de extremada potencia, irreal a la vez, alejándolo de lo deseado. El sueño de cualquier hombre: la potencia absoluta, es el problema al fin. No poder "matar" a su miembro, no poder llegar a la cumbre del climax, no poder cerrar un círculo o un proceso. No tiene fin. Lo más temido sucede, lo más angustiante se sospecha y hacia el final Chernov nos devuelve el espanto, el temor, el callejón sin salida. Porque cuando se pone el cuerpo de esa manera nada bueno puede suceder. La gran fantasía sexual, el miembro demasiado dispuesto durante una eternidad, puede ser la pesadilla más escalofriante. Sin la muerte no hay vida, y ese pene excesivamente vivo nos muestra que la muerte es un estado insoportable para vivirlo conscientes. Chernov se ríe al escribir, hace crecer la locura, la fantasía, subiendo poco a poco entre frases que jadean hasta agotarse en la útlima palabra, sin esperanza alguna, pero vivo. Debo decirle a Carlos algo sincero: ha sido un placer, nunca mejor dicho.

Daniel Boggio: el humor en la trama y una vaca sexualmente interesante


La vaca aficionada a la fellatio es un libro de relatos genial. Escritor argentino, Boggio, está lleno de imágenes elaboradas, diálogos sutiles, divertidos e inteligentes. Llegó hasta mí el día de mi cumpleaños, de la mano de mi amor, y la verdad es que soy objetiva al hablar del libro a pesar de su origen. Daniel Boggio fue todo un descubrimiento para mí. Como esas sorpresas geniales que te dejan en la cara dibujada una enorme sonrisa de placer. Creo que las escenas son impecables, los pensamientos de los personajes verosímiles hasta la médula incluso en su faceta más surrealista. El título del libro abre un mundo de posibilidades: el mundo Boggio, que a mí me resultó fascinante. Lo leí en dos días, y si no fuera por algunas necesidades básicas que me reclamaban del mundo real, amigos, familia y dormir, hubiera durado unas horas en mis manos. Lo deglutí, todavía tengo el sabor en mi boca. De humor fino, y grotesco a la vez me acarició sin remedio la cabeza, metiendo sus dedos llenos de metáforas entre mis cabellos y haciéndome sentir en mi casa. Los personajes enfrentanconflictos desde el conflicto, y eso creo que es la llave para leer a este autor original. Y el conflicto se resuelve en la trama, está ahí, aunque no lo podamos tocar, lo vemos, nos destina a mirar, espectadores de la ficción, metiéndonos por momentos tanto que creamos en la mente la gran fantasía de estar ahí, escuchando a los personajes dialogar, conversando con el personaje mientras piensa en voz alta. Boggio es un verdadero baúl que quiero abrir todo el tiempo, sacar de adentro las fotos viejas, las ropas de otros tiempos y disfrazarme, en un altillo de una casa que nunca tuve, convertirme por un rato en un personaje del mundo Boggio. Eso es lo que quiero. Pero cuidadito...un rato solamente, porque tienen un mundo cotidiano demasiado real y da miedo quedarse en la piel de cualquiera de ellos. Mi realidad aplasta la ficción de Boggio, por suerte, eso me hace creyente, hay Dios porque no soy un personaje de Boggio...todavía. Lo imposible me arropa, pero para alguien enamorada de la ficción como yo, no es definitivo. Ser verosímil puede ser el mayor temor cuando supera a lo real como en este autor.

sábado, 4 de septiembre de 2010

FIODOR DOSTOIEVSKI: Angustia y profundidad, un océano congelado


Pocas veces en la vida he sentido tanta tristeza como cuando leí que Dostoiesvki había quemado obras completas para no pasar frío en su prisión. Cuando pienso en eso me da escalofríos. Como escritora sé que murió al verse obligado a hacerlo. Algo de él partió para siempre y nos dejó sin ese trozo de arte que jamás repondremos. No sé cómo hacer esta nota a partir de este comentario. Duele escribir. Crimen y castigo será siempre una lectura obligada que completa a la humanidad. La literatura rusa escarba, con su pala afilada entra en la tierra y siembra. Lento, página tras página, dibuja. Es un relato que llega de a poco. Es un relato con un desarrollo invisible envuelto en mil palabras. Dostoievski sabe armar personajes. Principales, planos y profundos. Delineados, y pausados. Historias secundarias, historias troncales, un maestro de la trama en verdad. Vuelvo al pensamiento inicial, ¿cómo pueden existir gobiernos o personas, si se las puede calificar de este modo, que nos amputen el arte de un grande como el autor ruso?. Casi puedo verlo acercando las hojas a la llama para mantenerla encendida y no morir de frío. Igual, ya estaba muerto al hacerlo, y eso era para preservar su cuerpo, su bendito cuerpo que ya no podría ser igual aunque sobreviviera a los inviernos más crudos de Europa. El poder no está más que en la mente, el poder que hizo que el autor quemara parte de su obra no existe.Es fuerza y no poder. La imposición de las ideas, la intolerancia que sólo lleva a la destrucción. El arte es poder pero no es fuerza. Me siento débil al saber que jamás podré con mi arte combatir la fuerza pero me siento fuerte al saber que no necesito entender más que lo que se halla adentro mío para ser feliz. Y la única causa que merece la pena es esa, la felicidad. Mi crimen, no haber estado ahí para impedir de alguna manera que Fiodor no quemara su obra, y mi castigo no leerla jamás.

viernes, 3 de septiembre de 2010

ROBERTO ARLT: Un juguete rabioso suelto en Buenos Aires


Roberto Arlt trabajaba para Güiraldes. Como secretario estaba involucrado en todos sus asuntos, desde adentro y desde afuera por su posición social y la diferencia de universos que vivían ambos. La historia personal, la historia oficial, había separado esos mundos pero de alguna manera la literatura con su magia los había conciliado. El juguete rabioso salió el mismo año que Don segundo sombra. ¿Coincidencias?. Y en esa Argentina, que puede ser pefectamente la de hoy en muchos aspectos, coexistían ambos, con sus narradores, tramas y espacios de creación. Leer El juguete rabioso era adictivo. Lo comencé a leer y no pude parar de hacerlo ni siquiera para comer. Un libro pequeño, fácil de llevar a cualquier lado, como si esa edición fuera la ideal para no desprenderme más de este autor. La novela tiene recovecos oscuros que hacen de Arlt un contructor siniestro. Sentimientos de celos, iras contenidas que se reflejan en injusticias y despecho nos conducen a una realidad porteña en donde conviven hijos de inmigrantes con aspiraciones sociales y todo tipo de personajes que traban y destraban estos procesos. La lucha es absoluta. El lugar del libro y del conocimiento una verdadera joya. Arlt utiliza a Astier para encarnizar esa angustia y el resentimiento que provoca una sociedad en donde para escalar se necesitan verdaderas escaleras humanas y donde el esfuerzo no siempre es recompensado. El atajo para llegar a una clase social más elevada nunca resulta. La corrupción de las almas y las pequeñas miserias son el pan de cada día. La vida en ese Buenos Aires de 1929 impone alquilar libros para acceder a ellos. Un chico de hogar humilde, hijo de inmigrantes, debe pagar doblemente para obtener la verdad que en ellos se revela. La verdad de la ficción que al final resulta un mal plan como guía de vida. Como texto fundamental y fundacional al cual recurrir en caso de no saber qué hacer. Astier vive la vida como un personaje de folletín. Busca mejorar, salir de su espacio determinado por su clase, y conoce a muchos personajes en su camino que solamente le devuelven desprecio, malicia, traición. Lo convierten. Su camino hacia el conocimiento es un camino del héroe invertido. Alquilar los libros es alquilar una vida, tenerla un rato, por dinero, pero no vivirla, no ser en esa vida como lo es alguien de otra clase y origen. (¿Le quiere decir algo a su jefe, Güiraldes?? ¿chico de clase alta, que vive de rentas gracias a un origen ligado a los terratenientes?)

Astier es absolutamente atractivo, tiene esa sensualidad oscura de los personajes de Kundera pero habla y se mueve como un personaje de Hemingway, llega a nosotros a través de una prosa arltiana, llena de facilidad y a la vez de recovecos que sólo el lector puede elegir investigar. Están ahí en la novela, pero si no se descubren no pasa nada, la trama sigue su curso, y no invalida al sentido final. Arlt dice, hay más, y nosotros podemos confiar en esa afirmación buscando tesoros escondidos o bien seguir la lectura lineal que también está llena de buena ficción.

Me convertí en amante de Arlt luego de leer esta novela. Nunca dejamos de vernos pero jamás tuvimos que darle forma a nuestro vínculo. Lo dejamos ahí, como parte de nuestra historia, silencioso, profundo y real. Y decir esto de un escritor es mucho...Real...cómo suena...

Y ahora que la música está más cerca que nunca de mi vida, puedo decir que lo real tiene el sonido literario más potente que jamás haya escuchado. En Arlt esos sonidos llegan a borbotones, la ciudad, la imposibilidad de acceder a ciertos privilegios, los libros que se pagan, el conocimiento que llega a través de las experiencias dolorosas, el dinero que define todo, que hacia el final parecería ser el fin más elevado y no un medio para conseguir nada, y por sobre todo el planteo del personaje, eligiendo con cada paso en quién ser quiere convertir, quién decide ser para pertenecer. Astier paga una entrada cara hacia un túnel largo y húmedo. Yo lo sigo, tengo algo de miedo, pero lo sigo, nunca se abandona lo que se ama, aunque se convierta en un monstruo más real que la literatura de Arlt.

jueves, 26 de agosto de 2010

SILVINA OCAMPO: Bienvenidos al maravilloso mundo de los detalles perversos


Silvina Ocampo tenía una enorme mochila en su apellido. Sin embargo, su literatura está despojada de mandatos. Sus cuentos son de una delicadeza sin igual. Los personajes viven un mundo de detalles cotidianos que rozan todo el tiempo la crueldad de la perversión. Nos hacemos inmorales leyendo los cuentos de Silvina, afortunadamente. Nos empuja a sentir y ver de otra forma. Nos deforma con su prosa de dibujante y al retratarnos nos vemos diferentes después de la experiencia-Ocampo. Tuve un libro que reunía varios de sus cuentos y no podía parar de leerlos. Empecé a leer a la tarde y entrada la noche seguía en la misma posición cautivada por esta mujer de infinitas aristas y matices. Me gusta ese planteo sencillo de las situaciones, y esos desenlaces casi infantiles, incompletos. Me gusta que me lastime con su elección escueta de las palabras. Puedo ver narradores perfectos, cabeza, abdomen y piernas, voces creadas con la mayor de las delicias. Inifinita en su agudeza, sin barroquismos, sin remilgos acerca nuestra mano a su pecho. La sentimos latir con elegancia, el tuc tuc de su pecho tiene un ritmo embriagador. No quiero pensar si es o no autobográfico algún detalle de sus relatos, o todos ellos, no me importa. Creo que Silvina no quería estar en sus cuentos, no lo hablé con ella pero me llega eso cuando la leo. Creo que simplemente ella quería tener varias voces, un universo, con diferentes sonidos. Es una escritora del mundo de detalle, femenino, si se quiere ver así, sutil, como yo lo veo. Y si la sutileza es un arma netamente femenina, Silvina es entonces mujer para siempre, sin remedio. Me siento mujer sin remedio también. No me siento Silvina, eso sí. Pero comparto con ella el gran deleite que me provoca la crueldad que radica en lo cotidiano y accesible, en lo que no hace falta imaginar porque está al alcance de la mano. Como un infierno lleno de monstruos a la vuelta de la calle.

RAYMOND CARVER: El escritor agazapado en la metáfora


Carver sencillamente es magistral. El relato ha tomado una forma a lo carver por su culpa, el relato actual tiene todo que ver con su influencia. Cortázar marcó al relato para siempre y Carver le volvió a dar vida y a resignificarlo con su literatura. Su sello personal es perceptible en cualquier texto que llegue a nuestras manos. La dureza de lo relatado se encubre en una metáfora casi indiferente y llena todos los espacios. Al mismo tiempo, el vacío carveriano aniquila los sentidos de los lectores. Leer un cuento de Carver es buscar un tesoro, para los más activos y para los otros, esperar. Soy impaciente, está a la vista, no lo oculto, y Carver me torturó con sus metáforas de situación desde el primer momento en que llegó a mis manos Catedral. Con él descubrí que me gustan los acertijos , las frases que transcurren sin aparente sentido, sin llevarnos más que a más y más trama. Su genialidad está detrás de todas esas imágenes que crea y los contextos en los que aparecen sus personajes. Su genialidad es la simpleza de lo profundo. La anécdota fatal que marca para siempre nuestras vidas. En sus relatos los personajes viven. Hacen, dicen, piensan. Pero al final el relato no es lo que hacen, ni lo que dicen, ni mucho menos lo que piensan. ¿Dónde está el tesoro más preciado?. ¿Dónde esconde Carver ese contenido que esperamos ansiosos? (lo esperamos ansiosos los ansiosos). Es el típico hombre que no me da el gusto nunca y aún así accedo a verlo una y otra vez. El ritmo es un capítulo a parte en este escritor. Por momentos parecería que ignora que existe. Todo empieza a empastarse, aplastándose las escenas unas con otras, y nosotros las exprimimos y no sale jugo alguno. Y el masacote literario no pasa con facilidad por la garganta. Lento y denso se deja fluir en la anécdota. Como si el gran bocado de ficción se desvistiera de pronto para desnudo deslizarse por nuestro aparato digestivo. He mordido su literatura, como la manzana de Eva. He pecado porque Carver me seduce sin remedio. No me importa perder el paraíso. (Muchos lo tienen y no lo eligen intencionalmente) No me importa ser juzgada por la humanidad entera de ahora en adelante. Soy Eva y Carver el árbol de las manzanas, colmadas de ingeniería literaria. Y mientras mastico la fruta jugosa y creo que finalmente lo tengo todo, Carver sonríe desde su sillón, en algún lugar lejano, con malicia.

OLIVERIO GIRONDO: Libertad imaginada


Oliverio es uno de mis poetas preferidos por su originalidad. Sus poemas no tienen estructuras posibles, desbordan todo el tiempo como un vaso de agua y nos empapan. El lenguaje accesible hace que la poesía se redefina como un género de lo visible, lo contable y lo cotidiano. Las emociones abruptas llegan con palabras a veces simples y otras sacadas de contexto totalmente para reinventarse. Me gusta de Oliverio la desvergüenza, esa forma que tiene de sentirse fuera de los cánones, de desmarcarse por completo. Cuando leo un poema de este poeta parece que me dice todo el tiempo "no soy poeta". Y cuando dice esto se refuerza en ese lugar sin remedio.

Un chico bien, como solemos decir, que quería ser libre eligiendo palabras, emociones asociadas, formando dibujos, formas, imprimiendo musicalidad en el papel. Su cadena de asociación es asombrosa. De una lucidez infrecuente al combinar lo que otros jamás hubieran ni siquiera mirado. Su ojo veloz, su mente aguzada, enamora. No nos coloca en lo alto de ninguna torre de marfil, no nos hace callar para decirnos que así somos bellas, abre su sobretodo lleno de palabras y muestra su parte más noble, poniendo el cuerpo en cada palabra, seleccionando sin represión la forma hasta dejarnos con los ojos abiertos, sin pestañar, frente a su obra. Oliverio es libre. Escribir lo hace libre. Y en sus poemas inclasificables quiero quedarme. Soy feliz cuando Oliverio me transporta a su mundo de sexo, color y emoción. Me gusta que se sienta suelto, descontracturado y se permita ser tan poeta. Me dan ganas de conversar con alguien que es capaz de escribir así, intuyo que esa charla habría sido divertida, ágil y sobre todo, lo que más me gusta es que sería mentira.

miércoles, 25 de agosto de 2010

EURIPIDES: Medea, la destrucción centrípeta


Medea es una de mis obras favoritas de todos los tiempos. No sólo porque el personaje central es una mujer, sino por cómo el mundo femenino es visto y reflejado en esta obra. A los que leyeron la misma les parecerá extraño que destaque esto último. Podemos ver a Medea como un ser malvado y despiadado, falto de moral incluso, pero también podemos ver en Medea un magnífico exponente de lo femenino. Su pasión sin igual que la lleva a la locura, su rencor elaborado, fino, digno de una mente elevada capaz de destrozar todo lo que tiene para vengar su ira. Me gusta la ira como catalizador, esa ira que proviene del despecho. ¿Qué mujer no ha sentido despecho alguna vez?. No todas podemos permitirnos ser Medea. Y como todo lo que sucede en la literatura es mágico, Medea cumple el deseo de todas nosotras en parte. No digo con esto que las mujeres actuemos por despecho matando a nuestros propios hijos si es necesario como lo hace el personaje. Nada se acerca menos. Pero sí es cierto que por despecho podemos actuar hasta límites insospechados y crueles. Crueles para nosotras mismas. Porque Medea se convirtió en una de esas amigas a las que abrazaría mientras llora cuando ama a Jasón como lo ama, cuando soporta todo por él, cuando lo ayuda a lograr su deseo. Medea deja su lugar privilegiado, utiliza sus poderes para hacer de ese hombre limitado y mortal alguien más, lo que él quiere ser. Y pienso...y me cuesta escribir esto pero lo hago. Medea intenta hacer de Jasón lo que él desea, ser algo que no es, y lo ayuda en esa labor y al final Jasón es lo que siempre fue sólo que con poder gracias a ella. Y cuando lo logra la deja por otra. Medea construye a un monstruo que desde la colina empinada la mira con desprecio. Medea crea un ser que luego le da la espalda. Medea enloquece. ¿Quién no?. Medea sufre y piensa que así como lo hizo grande y horroroso, lo debe destruir. No puede matarlo. Eurípides es genial en este aspecto. No elige darle muerte, cosa que hubiera sido sencilla para ella con sus poderes. Elige destrozar su vida...la de ella. No debería decir esto en esta nota pero he sido un poco Medea alguna que otra vez en mi vida. Como siempre sucede en las grandes tragedias el orden se reestablece al final y los elementos vuelven a su curso natural. En medio ha sucedido la tragedia, y a pesar de que Medea se va desterrada a una vida no terrenal, al final va a donde debería haber estado siempre, porque ha intentado lo imposible, ha jugado a lo prohibido. Como toda mujer, ha vivido.

martes, 24 de agosto de 2010

ARTHUR MILLER: La invasión dolorosa de la realidad


El dramaturgo nos regaló todos los secretos y no sabemos todavía ordenar tanta verdad revelada en su ficción. Muerte de un viajante es sólo un ejemplo de la inspirada producción de Miller pero refleja esa verdad insoportable, dolorosa que nos presenta. No podemos taparnos los oídos, ni llevar las manos a los ojos para no leer...simplemente nos debemos a su arte y entregamos los sentidos para comprender esa sociedad americana llena de monstruos y batallas sangrientas. Los perfiles psicológicos de cada uno de sus personajes son al final un conjunto perfecto, como un manual de los tipos humanos que podemos hallar en la sociedad. Reacciones y diálogos magistrales, las armas de Miller para neutralizar al lector desconfiado o despistado. Lo pienso como un verdadero maestro. Lo vivo así al pasar las páginas. La palabra para Miller es una bala, y él un tirador experto. Nada está improvisado, su obra contempla todas las posibles estrategias del lector y evade con pluma galana cualquier boicot. No podemos no saber luego de leer a Miller, no podemos ignorar el dolor del alma humana inmerso en esa vida cotidiana que ahoga, asfixia y enferma. Sin embargo, no es un escritor de lo oscuro. Muchos de sus personajes son tiernos y ahí radica su gran talento como escritor. Lo malo es humano, lo bueno es humano. Lo humano no es juzgable, lo humano permanece y sobrevive a la sociedad, a sus modelos deformantes. Rescatando lo humano llegamos a la invasión dolorosa de la realidad. Miller nos lleva de la mano para luego soltarnos en medio del planteo del drama. Hemos elegido entender y de allí no se vuelve. Hoy sé que elegí a Miller hace tiempo. Cuando no era consciente de mi elección y no me arrepiento. Le diría con orgullo rioplatense: asesíname, Miller, asesíname.

EUGENE O ' NEILL: Un largo viaje hacia el centro del alma humana


Fue en el colegio secundario cuando descubrí quién era Eugene O' Neill. No puedo decir más que caí rendida, como agotada después de una sesión de sexo extenuante. Si hubiera podido lavar sus pies como forma de agradecimiento por su arte, lo hubiera hecho. El dramaturgo más áspero que he leído, incluso mucho más áspero que Beckett, y eso es decirlo todo, atravesó mi alma por completo. La inmoralidad del alma, así como él la presenta, da miedo. Nos deja en la soledad más aterradora, como si fuera una lugar oscuro, húmedo y desconocido por horas. La misera de los corazones humanos, en esa psiquis retorcida que sólo busca vincularse con otros para propagar su miseria, abruma. Cuando me encerró en ese espacio lleno de miedo me tuve que hacer fuerte. Le agradezco profundamente haber transitado lo oscuro del alma humana a mis 16 años. No me aturdió por completo, me dejó viva para disfrutar su poder de expresar con claridad aquello asquerosamente conocido por los seres humanos. Decirlo es crearlo. Eugene lo dice todo sobre la limitación, el dolor, el egoísmo y el desamor. Crea un universo abierto a más y más podredumbre y a la vez enriquece al lector que al terminar de leer su obra respira y se siente confiado. ¿Qué nos hace sentir así luego de introducirnos en una realidad tan cruel del alma humana?. Le di muchas vueltas a esta pregunta. Nada. Nada parece entregarnos para que nos sintamos ilógicamente a salvo.

Quizás Eugene nos cuenta lo que no deseamos ver para vivir la realidad como deseamos que sea. Él nos regala ficción, nosotros le imprimimos realidad y ahí estamos a salvo. O no. Todo lo contrario, nos quedamos envueltos en la capa fina de la miseria más horrorosa, de los sentimientos más mezquinos que un ser pueda sentir y volvemos cubiertos con esa capa de enfermedad idealmente inmunizados. No lo tengo claro. Eugene no tiene pluma, carga una pesada espada que puede rozarte tan sólo y abrir una herida de años. Yo he sido herida fatalmente y me siento afortunada. En alguna vida podré hacer mi sueño realidad: tomar sus pies de escritor, blancos y tibios, acercarlos lentamente a la pila llena de agua fresca y enjuagarlos complacientemente.

SERGIO CHEJFEC: Desarmando la trama


Este escritor argentino que vive en Venezuela nos regala una serie de obras de lo más variadas. Sus personajes están en algún sitio desconocido entre lo insignificante y lo desinteresado. El aparente desenfado de su estilo, la original forma de abordar la trama lo hacen una joya de la literatura latinoamericana actual. Llegó a mí recomendado por una gran profesora, Beatriz Sarlo, y desde aquel momento, allá por 1997 nunca más dejé de leerlo. Lo he buscado en todo tipo de librerías, incluso en otros países, siempre con el ojo clínico, ansioso por nuevas obras, deseando tener un ejemplar novedoso en mis manos. El llamado de la especie me sorprendió. Tenía esa forma irreverente de plantear el conflicto, jamás me ayudó a deslizarme entre sus metáforas, no dudó en abandonarme en medio de sus imágenes. Chejfec desorienta con la falsa llanura de su prosa. Por momentos nos cuenta y por otros, nos lee. Los personajes podrían ser cualquiera que conocemos ya, vecinos, compañeros de trabajo pero lo maravilloso es cómo sale al rescate de una anécdota imposible a través de la metáfora fina, elaborada, Y cuando termina el relato me queda la sensación de que no ha comenzado aún. Como lectora me siento desarmada, una estrategia oculta me ata a sus ficciones desordenadas. Su orden me desordena o mi orden desordena la trama. Se esconde y yo como lectora no busco. Me dejo llevar hasta el final de la novela, sin preguntar más, porque la literatura no siempre tiene que tener ese sentido, ese fin. No somos dioses caprichosos esperando el sacrificio de un escritor. Con Chejfec somos poca cosa, lectores y nada más. O lo somos todo: lectores constructores. Y cuanto más construimos, más desordenado está. ¿Frustrante?. Todo lo contrario. En el altar está la novela de Sergio preparada para ser leída y no pretende divertir, generar reflexiones, sólo pretende ficción y creo que en secreto sólo desea atomizarse porque unificada no es lo que quería ser.

CARSON MC CULLERS: La sobriedad original de las emociones


Cuando conocí a esta magnífica escritora me di cuenta de que hay un tipo de literatura de imágenes tan concretas que casi se pueden tocar. El corazón es un cazador solitario me hizo soñar con todos los personajes y las emociones que pululaban permanentemente en ese barrio colmado de colores y sensaciones. La gran escritora que se puso delante de mi me enamoró al instante. Ya en las primeras 25 páginas supe que tenía una gran obra entre mis manos y no puedo decir eso de muchas supuestas obras maestras que han llegado hasta mi. Siempre me pregunté por qué esa tristeza subyacente, por qué esa especie de melancolía tan bien dibujada, casi delineada como si fuera un perfecto retrato a mano alzada. Quizás porque el dibujo no es mi fuerte, la maestra María Angélica del primario podría aseverar esto con autoridad, me quedo perpleja frente a la prosa pictórica de Carson. Quizás también porque pensar a través de imágenes es algo complejo en sí mismo, de una abstracción de formas y colores que luego la palabra debe plasmar para llegar a nosotros con la belleza que ella le imprime. Quizás Carson sea la mejor retratista de los escritores que he leído, la más certera al deslizar la carbonilla hasta llegar a la médula de la emoción, hasta mancharnos las manos a los lectores al cerrar su novela. Me miro las manos ahora mismo, están limpias. Quiero releer su novela para mancharme otra vez, para descubrir en esas calles de ese barrio a los sonidos sordos, la música de los corazones que danzan en un ritual intimista, sentirme parte también y no lavarme más.

miércoles, 18 de agosto de 2010

JUAN JOSÉ SAER: Serodino tan grande como China


Escribir sobre Juan José Saer es como intentar lo imposible. Cuando se admira tanto a alguien se puede decir algo más que "me fascina Saer"?. No me creo del todo capaz pero soy desafiante y lo haré de todas formas. O quizás porque amo el fracaso por sus aristas maravillosas me entrego a él. Serodino es el espacio de Saer, en su Santa Fe natal, crea y recrea. Sus novelas y cuentos son algo fundacional para la literatura argentina a tal punto que hay que leerlo para entenderse. No como autoayuda. Olviden ese lugar de lectura! Olviden la autoayuda por completo y lean Saer para disfrutar de la sexualidad y de ríos de personajes navegando y fluyendo hacia ningún lado. La estructura de cada una de sus novelas es impecable. Es un arquitecto de las escenas, un diseñador original de cuadros completos. El alquimista de la narración que crea con pocos elementos una red sólida, llena de imágenes y de vacíos. En esos vacíos de la red se apoya y se fuga el sentido. Pero cómo puede un tejido con pequeños orificios retener tanto? No se debilita. Todo lo contrario. La red atrapa más y más. Amor, engaño, recuerdos, y siempre siempre el río, el lugar. Hay un tablero visualizable, una maqueta imaginable. Saer murió hace relativamente poco, para mí fue un golpe inmenso, nunca lo olvidaré. Me gusta cómo nombra, cómo significa en el contexto rioplatense las relaciones, y sobre todo me gusta su capacidad para ver sentido en donde otro escritor hubiera puesto diálogo. No pretende llenar espacios, nos entrega esos vacíos de su red sin envolvernos. No pretende crear personajes magistrales, modelos éticos, mensajes proféticos. No pretende más que literatura y por eso merece descansar al séptimo día.

William Faulkner: Mientras agonizo sobrevivo


Agonizar no es morir. No inventé nada, lo sé. Pero lo aclaro porque durante toda la gran novela del sureño más apuesto de la literatura norteamericana, agonizar es incluso peor que morir. El relato original en su polifonía se presenta fraccionado, diferentes personajes cuentan a través de sus monólogos interiores la historia de una familia, la propia historia de sí mismos en esa familia. Los white trash, la basura blanca, son peor vistos que los negros en esa cultura americana decadente, despojada de la gloria sureña. La guerra que dividió norte y sur de Estados Unidos y marcó su historia para siempre, está inmersa en toda la obra del autor y como una obsesión se repite en los diferentes personajes, que profundos y ricos en complejidad, están trágicamente señalados. Mientras Agonizo es mi novela preferida de Faulkner. No tiene pretensiones, no tiene alardes más que pobreza, oscuridad y fatalidad. Me gusta la materialidad de la locura que plasma el autor y las escenas lentas, que se pegan como el calor a la piel. Al leer esta novela, el lector, experimenta un gran pesar, un agobio insoportable y se entrega de todas formas a las páginas siguientes, aceptando su destino. Faulkner crea de verdad. Un condado inventado, vecinos, vidas, linajes, y una trama maravillosa que sólo puedo comparar a los trágicos griegos. La culpa heredada por la pérdida de esa guerra va pasando a través de las generaciones y nadie puede escapar ya a esa maldición. Mientras Addie agoniza sus hijos y marido viven una interioridad áspera, fría, y sus palabras, (el narrador es varios narradores, cada personaje es narrador), atomizan la trama, y llegamos a ver más que a leer. A comprender más que a pensar. Absorver Mientras Agonizo es superior que leerla. Y por suerte, la muerte, el proceso vital de cada personaje en esa muerte, no nos envuelve del todo, sino no estaría escribiendo esta nota...

Chesterton. ironía de la sencillez



Al leer Chesterton me pasan varias cosas a la vez. Esto es algo fácil de comprender cuando una está acostumbrada a vivir simultáneamente la diversidad pero si no es el caso del lector...Chesterton aturde un poco. O al menos hay que releerlo para captar esa sencillez que se asoma a través de la ironía. En EL HOMBRE QUE FUE JUEVES el relato comienza el procedimiento anterior con la sinceridad aplastante que revela la trama. No nos esconde nada pero a la vez con eso nos introduce en la fatalidad inevitable del desenlace. ¿Se puede relatar desde la sinceridad?. Qué pregunta plantea el viejo inglés teniendo en cuenta que la ficción no es más que una gran mentira...Y si por un momento nos planteamos que la literatura no es mentira? Quizás sea una verdad revelada y en ese arranque sincero exista un espacio para la verdadera ficción, la que el lector escribe al leer. Un debate maravilloso y en sí mismo irresuelto. Pero el relato avanza sobre sí mismo, es casi una sóla escena, no más, y si no fuera una escena intelectual (el relato plantea un debate de tipo político dentro de un grupo de anarquistas) casi no habría acción. El juego magistral está escondido en que alguien sabe algo y juega a ser otro. REVELAR nos llena de velos, la ficción velada de Chesterton se traduce en la semi sonrisa que se dibuja al leer. Pasan las páginas y hay más y más de lo mismo y sucumbimos, pactamos y aceptamos que la fatalidad de que el secreto lo sepan los dos personajes principales y nosotros, lectores, es un sin sentido. Me río a risa suelta, como lectora me enamora que Chesterton me de una carta de su juego para al final no darme nada más que eso y yo sentirme incompleta, pero feliz por quedarme afuera, en el plano real.

miércoles, 30 de junio de 2010

Mala tregua

Mala tregua

sin treguas posibles
(presentidas)
me arrebatan el falso coraje

DESNUDA

y en el aire
caigo
ca igo
c a i g o
o
o
o
o

dentro de la mente
recupero
me arropo con esas ideas conocidas
desgajadas

esas malditas
que maldicen
devolviéndome otra vez
envolviéndome
con palabras

tregua jaque
me obliga a pensar

las manos hilachadas
trazan caminos
dejando rastros

devolviéndome otra vez
envolviéndome
con palabras

devolviéndome otra vez
devolviéndome otra vez
devolviéndome otra vez

si en vez me diera vuelta
girara brutal,
despistara,
estaría fuera de la mente
sin palabras

Patricia Bustelo-abril 2010

Vamos a mentirnos

Vamos a mentirnos


Vamos a decirnos la verdad.

Ahora me tocás el pelo suavemente, como sabès que me gusta, y yo te acaricio la nuca, como siempre me pedís. Después te beso el cuello y me sonrío inaccesible. Como sé que no te gusta que muerda tus labios, lo hago. No una, mil veces hasta que me tomás de los hombros y me sacudís, me marea un poco. Entonces no me queda otra opción que tirarte un poco del pelo. Inclinás tu cabeza hacia atrás, y cuando tenès el cuello totalmente estirado, te vuelvo a morder. Y me quedo esperando uno o dos segundos a que vos reacciones, porque sé que no me vas a perdonar ni esto, ni nada. Me siento agazapada en el sillón, y vos caminàs lento hacia mí. Te sacaste la camisa ya, y no tenès los zapatos, ni el pantalón. Estoy perdida. Preparo mis uñas cerradas en los puños, y cuando te lanzas sobre mí te las clavo en la espalda. Fruncís el ceño hasta hacer desaparecer los ojos. Me das un beso que me asfixia y sujetàs mis manos, inmovilizándome. No pienso en nada, no tengo más palabras para zafar de tus noventa kilos. Aunque pensándolo mejor, puedo hacer un último y único movimiento liberador. Te doblàs de dolor en el piso de madera del comedor. Me mirás fijo, me decís con los ojos que esta conversación no llega a ningún lado. Entonces me arrodillo, paso mi dedo índice por toda tu cara. Dibujo tus expresiones y vos te incorporás y mordés mi hombro. Me saco la ropa y te empujo hacia el sillón.


Ahora está todo dicho entre los dos. Te observo desde mi lado del sillón. Prefiero callar, besarte lento mientras me visto y luego partir.

PATRICIA BUSTELO

Señalado

Señalado

Salió a la calle y se asomó sin ver nada. Otra vez un ruido lo desenfocaba. Cerró la puerta y ya en el living se notaba borroso, ausente. Llamó a Lidia. No estaba. El ruido extraño volvió a sonar y corrió hacia la puerta para asegurarse ver algo esta vez. Nada. No quería entrar pero el frío intenso le hizo cambiar de idea. Cuando estaba por prepararse un café sonó el teléfono. Equivocado. Sin embargo el sonido del ambiente era familiar. Cortó cuando cortaron al otro lado. La voz desconocida, el teléfono incorrecto. La sensación diluida le causaba desasosiego. Afuera el sonido volvió a reproducirse, no corrió. Se quedó mirando la taza de café, el líquido negro humeando, empañando sus anteojos, cegándolo. El teléfono volvió a sonar. Tomó el café, tomó más café. Lo inevitable sucedería. Con o sin señales, sucedería.

Patricia Bustelo
2010

Moisés

Moisés

Desciende como desciende Moisés. Asciende como asciende mi Fénix interior. Oculta. Y ahí, en ese espacio que queda libre, estoy. Las cenizas se desprenden de mis ropas. Liviana. Liviana. Liviana. Planeo en el aire, planeo en mi mente. No planeo. Caigo. Sin plan no soy nada.

Patricia Bustelo
2010

Las dos alemanias

Las dos alemanias


Las dos alemanias fuman cigarrillos sin filtro. Tiran el humo hacia abajo, resoplando con pesadez por su aburrimiento. Sus piernas, cubiertas por el humo, están quietas, el humo las envuelve con su velo fino. Las cuatro piernas se entumecen y se quedan dormidas. Sueñan el sueño prestado de otro continente perdido, pero no lo saben.

Abajo hay millones de caras pidiendo auxilio. Ahogadas por el humo, evitan gritar. Se vislumbran sus expresiones de terror entre aureolas grises de humo que bajan y las rodean. Las caras nunca duermen.

Hay un ruido que lo quiebra todo.

Las dos alemanias despiertan furiosas. Prenden sus cigarrillos sin filtro y toman un café sin azúcar. El humo baja y baja. Se dan cuenta de que es demasiado tarde para cambiar y arrojan sus cigarrillos encendidos hacia abajo.

Las caras desesperadas abrazan al fuego con la esperanza de la purificación.

Patricia Bustelo
Nov 2003

Ideas

Ideas

Tengo insomnio.
Veo formas de cosas que se vuelven ideas
Las ideas reptan por mis sábanas
Me dan miedo

Sé que pronto estarán rodeando mi cuello
Y preparo mis uñas afiladas
Siguen subiendo
No siento las piernas
Me arrancan las uñas.

Las ideas son hachas desafiladas que me recuerdan todo por última vez

En mi cuello la herida está abierta

No siento

PATRICIA BUSTELO
Marzo 2003

Hilo

Hilo


Tengo un hilo que me ata
Ideas
Visiones

Hay un rìo lleno de imágenes de mi vida que fluyen y fluyen
Golpeándose unas con otras
Húmedas e inevitables

El hilo se tensa y tengo dos o tres verdades que me niegan

Las ideas se vuelven imágenes que dejo deslizar hasta el río.

Un minuto
Dos
No hay nada

Me dejo caer en el rìo
Las imágenes me arrastran .
Soy agua.
Soy un recuerdo
No soy.


PATRICIA BUSTELO
SEPTIEMBRE 2003

En auto

8/10/2002

En auto


Si me preguntan, no estoy a gusto: sentado en el asiento del acompañante, mirando por la ventanilla, escuchando la música que él eligió casi desde antes de saber que íbamos a ir en auto.

Maneja pensando, quizás, en la conferencia de prensa, en el lanzamiento o en algo de ese estilo, porque casi siempre que lo hace frunce de un modo particular el ceño y hace una mueca repugnante. Y como no hay espacio físico, ni para preguntar, en este auto repleto de instrumentos, libros, papeles y valijas, me quedo con la duda. La retengo.

Ahora baja su ventanilla aún más. El aire entra a borbotones, en coágulos helados. Me toca la cara y revuelve los papeles sueltos que van en el asiento de atrás. Me mira y vuelve a poner la vista en la ruta que da giros y más giros. Me marea tanto giro. Detiene el auto súbitamente sobre el cordón de la ruta y pasan los autos-marea peinándome y despeinándome. Él quiere comprar algo porque veo que camina hacia una estación de servicio. Palpa su bolsillo trasero buscando dinero o algo así. Aprovecho para ir al baño, ya pasaron dos horas desde que salimos de casa.

La primera vez que fuimos fue hace años, como cinco, aconsejados por nuestro representante. Y luego se hizo frecuente y hasta cómodo en algún sentido, lugar conocido, reacciones predecibles.

Nunca antes fuimos en auto. Y hoy cuando me despertó el timbre del reloj de Lina nunca hubiera imaginado que él hubiera decidido ir en auto. Mucho menos que él pensaba manejar.

Y no lo veo, ni si quiera es ya un punto a lo lejos, no existe. Pasan los minutos y no quiero saber qué compró, ni adivinarlo como otras veces. Y es ahí cuando camina seguro hacia el auto con cara de satisfacción. Sube, me muestra sus manos llenas de caramelos masticables y ácidos y enciende el motor.

La ruta está empolvada de silencio, y la música asesina mi paciencia. Me mira irónico, con esa sonrisa que nunca entendí del todo, que está entre el espanto y la alegría.

-Fumà si querès. Y cambià la música, ponète un cd de los que están en la guantera, elegí el que más te guste, dale, con confianza, al final este viaje es un embole, ni me hablàs, ni nada.

Abro la guantera y busco un cd decente, y encuentro uno de Mercedes Sosa cantando a Charly Garcìa. No lo dudo. La música cambia el orden de los papeles en el asiento de atrás, y las cajas llenas de instrumentos y las valijas están apiladas en orden. No hay más que un mínimo espacio en este auto para mis pensamientos. Me encorsetó determinándome a pensar en pequeños centímetros. Y cuando la canción que da título al álbum termina, descubro que está musitando algo. Afino mi oído y descubro que tararea una canción anterior, de la radio. No existe. No existo.

EDIPO

EDIPO

Hoy soy Edipo. No importa a donde vaya siempre estoy frente a la esfinge, expectante. Estoy maldita. Me sonríe y la dejo sonreír, esta vez voy a cambiar mi destino para siempre y ella no lo sabe. Voy a hacerle una pregunta, una sola, para ponerla en mi lugar por una vez. Que sepa lo que se siente estar del otro lado, siempre teniendo que descifrar los enigmas que se suceden sin remedio.

Tengo la ropa y la piel cubiertas de barro. La arena me quema los pies, los roza, áspera. El barro está seco, se vuelve tirante y me pican los brazos. La esfinge sigue sonriéndose. Por un momento pienso que sabe de donde vengo. Me da miedo porque no quiero que nada revele mis intenciones. Yo prefiero callar. Mirarla fijo y desafiarla por una vez. Sé que si lo logro voy a ser otra y no este Edipo en el que me convertí sin darme cuenta.

Entro en el edificio y subo las escaleras inmensas. Los escalones son espacios sin límites en donde me pierdo. Es curioso, antes eran sólo escalones. Hace un tiempo que tengo miles de horas que cuelgan de mi cuello. Dejándose caer como pesos muertos. Cuando entro a mi departamento, se deslizan por mi espalda, arañándome. No puedo más y me tiro en la cama ensuciando las sábanas con el barro que llevo pegado a mi ropa. Me siento cansada, sobre todo de evadir la sensación de cansancio haciendo más y más cosas todo el día y llenándolo todo de palabras cuando estoy con otros. Sabiendo que todas las noches me espera la esfinge y tengo que dar respuestas.

El enigma me tiene atrapada. Quiero ser Edipo sin Edipo. Negarme. Esa idea recorre mis días, en el trabajo y sobre todo cuando estoy sola en mi piso. No sé cómo es que llegué a ser Edipo pero lo soy. Edipo revuelve en el barro buscando respuestas que se alejen de las predicciones de los oráculos, que evadan el destino que lo determina. Puedo verme revolver en el barro buscando en forma frenética lo que no veo, lo que se me escapa todo el tiempo. Sólo hay barro. Me levanto y voy al baño. Abro la ducha y me meto bajo el agua tibia con la ropa puesta. El barro se vuelve agua oscura y me recorre la piel. Cierro los ojos, y el agua se desliza sin permiso por mi cara y mi pelo se vuelve pesado. Me quedo una hora bajo el agua purgando mi dolor. Mientras, las últimas horas, que me quedaban colgando del cuello, terminan por irse junto con el agua. Sin tiempo, ni pasado, estoy preparada para enfrentarme a la esfinge. Este es el momento.

Me paro desnuda frente al espejo de mi habitación y me observo todos los rincones del cuerpo. Me resulta difícil decir quién soy. Aunque me esconda soy Edipo. Nadie lo sabe pero me duele. La veo en el espejo, está siempre ahí con esa media sonrisa. Trato de no pensar demasiado, hay un coro en la habitación que anuncia mi fracaso. No quiero escucharlos más. Pregunto sin dudar. Ella transforma su sonrisa en una mueca que me da miedo y el espejo se quiebra en mil pedazos. Cubro mi cara y mi cuerpo de los vidrios que saltan disparados por la habitación. Cuando vuelvo a abrir los ojos no queda más que un trozo de espejo intacto en donde lo veo, está Edipo desnudo sin certezas. Tomo el pedazo de espejo y me corto la cara haciendo un tajo largo que la cruza para siempre para que todos lo vean y para seguir recordando.


PATRICIA BUSTELO
Septiembre 20003

ABEJA REINA

Marzo 2003

ABEJA REINA

Hoy soy la abeja reina.
Te atrapo.
Tu respiración se acelera.

Yo pienso desmenuzarte lentamente
Sin dudar
Sin hablar

Si te vas con tus despojos, voy a entenderte
No me vas a ver más
Pero hoy soy la abeja reina

Y la música dice: sin piedad.

Es un segundo.
Y me muerdo los codos frenéticamente para no lastimarte.

Me tomo un trago de veneno dejándote ir.
Me dejo ir también.

Soy la abeja reina sin un reino.

Es inútil, ya vendí mi vida por una moneda de una sola cara.


PATRICIA BUSTELO