patito

miércoles, 30 de junio de 2010

Mala tregua

Mala tregua

sin treguas posibles
(presentidas)
me arrebatan el falso coraje

DESNUDA

y en el aire
caigo
ca igo
c a i g o
o
o
o
o

dentro de la mente
recupero
me arropo con esas ideas conocidas
desgajadas

esas malditas
que maldicen
devolviéndome otra vez
envolviéndome
con palabras

tregua jaque
me obliga a pensar

las manos hilachadas
trazan caminos
dejando rastros

devolviéndome otra vez
envolviéndome
con palabras

devolviéndome otra vez
devolviéndome otra vez
devolviéndome otra vez

si en vez me diera vuelta
girara brutal,
despistara,
estaría fuera de la mente
sin palabras

Patricia Bustelo-abril 2010

Vamos a mentirnos

Vamos a mentirnos


Vamos a decirnos la verdad.

Ahora me tocás el pelo suavemente, como sabès que me gusta, y yo te acaricio la nuca, como siempre me pedís. Después te beso el cuello y me sonrío inaccesible. Como sé que no te gusta que muerda tus labios, lo hago. No una, mil veces hasta que me tomás de los hombros y me sacudís, me marea un poco. Entonces no me queda otra opción que tirarte un poco del pelo. Inclinás tu cabeza hacia atrás, y cuando tenès el cuello totalmente estirado, te vuelvo a morder. Y me quedo esperando uno o dos segundos a que vos reacciones, porque sé que no me vas a perdonar ni esto, ni nada. Me siento agazapada en el sillón, y vos caminàs lento hacia mí. Te sacaste la camisa ya, y no tenès los zapatos, ni el pantalón. Estoy perdida. Preparo mis uñas cerradas en los puños, y cuando te lanzas sobre mí te las clavo en la espalda. Fruncís el ceño hasta hacer desaparecer los ojos. Me das un beso que me asfixia y sujetàs mis manos, inmovilizándome. No pienso en nada, no tengo más palabras para zafar de tus noventa kilos. Aunque pensándolo mejor, puedo hacer un último y único movimiento liberador. Te doblàs de dolor en el piso de madera del comedor. Me mirás fijo, me decís con los ojos que esta conversación no llega a ningún lado. Entonces me arrodillo, paso mi dedo índice por toda tu cara. Dibujo tus expresiones y vos te incorporás y mordés mi hombro. Me saco la ropa y te empujo hacia el sillón.


Ahora está todo dicho entre los dos. Te observo desde mi lado del sillón. Prefiero callar, besarte lento mientras me visto y luego partir.

PATRICIA BUSTELO

Señalado

Señalado

Salió a la calle y se asomó sin ver nada. Otra vez un ruido lo desenfocaba. Cerró la puerta y ya en el living se notaba borroso, ausente. Llamó a Lidia. No estaba. El ruido extraño volvió a sonar y corrió hacia la puerta para asegurarse ver algo esta vez. Nada. No quería entrar pero el frío intenso le hizo cambiar de idea. Cuando estaba por prepararse un café sonó el teléfono. Equivocado. Sin embargo el sonido del ambiente era familiar. Cortó cuando cortaron al otro lado. La voz desconocida, el teléfono incorrecto. La sensación diluida le causaba desasosiego. Afuera el sonido volvió a reproducirse, no corrió. Se quedó mirando la taza de café, el líquido negro humeando, empañando sus anteojos, cegándolo. El teléfono volvió a sonar. Tomó el café, tomó más café. Lo inevitable sucedería. Con o sin señales, sucedería.

Patricia Bustelo
2010

Moisés

Moisés

Desciende como desciende Moisés. Asciende como asciende mi Fénix interior. Oculta. Y ahí, en ese espacio que queda libre, estoy. Las cenizas se desprenden de mis ropas. Liviana. Liviana. Liviana. Planeo en el aire, planeo en mi mente. No planeo. Caigo. Sin plan no soy nada.

Patricia Bustelo
2010

Las dos alemanias

Las dos alemanias


Las dos alemanias fuman cigarrillos sin filtro. Tiran el humo hacia abajo, resoplando con pesadez por su aburrimiento. Sus piernas, cubiertas por el humo, están quietas, el humo las envuelve con su velo fino. Las cuatro piernas se entumecen y se quedan dormidas. Sueñan el sueño prestado de otro continente perdido, pero no lo saben.

Abajo hay millones de caras pidiendo auxilio. Ahogadas por el humo, evitan gritar. Se vislumbran sus expresiones de terror entre aureolas grises de humo que bajan y las rodean. Las caras nunca duermen.

Hay un ruido que lo quiebra todo.

Las dos alemanias despiertan furiosas. Prenden sus cigarrillos sin filtro y toman un café sin azúcar. El humo baja y baja. Se dan cuenta de que es demasiado tarde para cambiar y arrojan sus cigarrillos encendidos hacia abajo.

Las caras desesperadas abrazan al fuego con la esperanza de la purificación.

Patricia Bustelo
Nov 2003

Ideas

Ideas

Tengo insomnio.
Veo formas de cosas que se vuelven ideas
Las ideas reptan por mis sábanas
Me dan miedo

Sé que pronto estarán rodeando mi cuello
Y preparo mis uñas afiladas
Siguen subiendo
No siento las piernas
Me arrancan las uñas.

Las ideas son hachas desafiladas que me recuerdan todo por última vez

En mi cuello la herida está abierta

No siento

PATRICIA BUSTELO
Marzo 2003

Hilo

Hilo


Tengo un hilo que me ata
Ideas
Visiones

Hay un rìo lleno de imágenes de mi vida que fluyen y fluyen
Golpeándose unas con otras
Húmedas e inevitables

El hilo se tensa y tengo dos o tres verdades que me niegan

Las ideas se vuelven imágenes que dejo deslizar hasta el río.

Un minuto
Dos
No hay nada

Me dejo caer en el rìo
Las imágenes me arrastran .
Soy agua.
Soy un recuerdo
No soy.


PATRICIA BUSTELO
SEPTIEMBRE 2003

En auto

8/10/2002

En auto


Si me preguntan, no estoy a gusto: sentado en el asiento del acompañante, mirando por la ventanilla, escuchando la música que él eligió casi desde antes de saber que íbamos a ir en auto.

Maneja pensando, quizás, en la conferencia de prensa, en el lanzamiento o en algo de ese estilo, porque casi siempre que lo hace frunce de un modo particular el ceño y hace una mueca repugnante. Y como no hay espacio físico, ni para preguntar, en este auto repleto de instrumentos, libros, papeles y valijas, me quedo con la duda. La retengo.

Ahora baja su ventanilla aún más. El aire entra a borbotones, en coágulos helados. Me toca la cara y revuelve los papeles sueltos que van en el asiento de atrás. Me mira y vuelve a poner la vista en la ruta que da giros y más giros. Me marea tanto giro. Detiene el auto súbitamente sobre el cordón de la ruta y pasan los autos-marea peinándome y despeinándome. Él quiere comprar algo porque veo que camina hacia una estación de servicio. Palpa su bolsillo trasero buscando dinero o algo así. Aprovecho para ir al baño, ya pasaron dos horas desde que salimos de casa.

La primera vez que fuimos fue hace años, como cinco, aconsejados por nuestro representante. Y luego se hizo frecuente y hasta cómodo en algún sentido, lugar conocido, reacciones predecibles.

Nunca antes fuimos en auto. Y hoy cuando me despertó el timbre del reloj de Lina nunca hubiera imaginado que él hubiera decidido ir en auto. Mucho menos que él pensaba manejar.

Y no lo veo, ni si quiera es ya un punto a lo lejos, no existe. Pasan los minutos y no quiero saber qué compró, ni adivinarlo como otras veces. Y es ahí cuando camina seguro hacia el auto con cara de satisfacción. Sube, me muestra sus manos llenas de caramelos masticables y ácidos y enciende el motor.

La ruta está empolvada de silencio, y la música asesina mi paciencia. Me mira irónico, con esa sonrisa que nunca entendí del todo, que está entre el espanto y la alegría.

-Fumà si querès. Y cambià la música, ponète un cd de los que están en la guantera, elegí el que más te guste, dale, con confianza, al final este viaje es un embole, ni me hablàs, ni nada.

Abro la guantera y busco un cd decente, y encuentro uno de Mercedes Sosa cantando a Charly Garcìa. No lo dudo. La música cambia el orden de los papeles en el asiento de atrás, y las cajas llenas de instrumentos y las valijas están apiladas en orden. No hay más que un mínimo espacio en este auto para mis pensamientos. Me encorsetó determinándome a pensar en pequeños centímetros. Y cuando la canción que da título al álbum termina, descubro que está musitando algo. Afino mi oído y descubro que tararea una canción anterior, de la radio. No existe. No existo.

EDIPO

EDIPO

Hoy soy Edipo. No importa a donde vaya siempre estoy frente a la esfinge, expectante. Estoy maldita. Me sonríe y la dejo sonreír, esta vez voy a cambiar mi destino para siempre y ella no lo sabe. Voy a hacerle una pregunta, una sola, para ponerla en mi lugar por una vez. Que sepa lo que se siente estar del otro lado, siempre teniendo que descifrar los enigmas que se suceden sin remedio.

Tengo la ropa y la piel cubiertas de barro. La arena me quema los pies, los roza, áspera. El barro está seco, se vuelve tirante y me pican los brazos. La esfinge sigue sonriéndose. Por un momento pienso que sabe de donde vengo. Me da miedo porque no quiero que nada revele mis intenciones. Yo prefiero callar. Mirarla fijo y desafiarla por una vez. Sé que si lo logro voy a ser otra y no este Edipo en el que me convertí sin darme cuenta.

Entro en el edificio y subo las escaleras inmensas. Los escalones son espacios sin límites en donde me pierdo. Es curioso, antes eran sólo escalones. Hace un tiempo que tengo miles de horas que cuelgan de mi cuello. Dejándose caer como pesos muertos. Cuando entro a mi departamento, se deslizan por mi espalda, arañándome. No puedo más y me tiro en la cama ensuciando las sábanas con el barro que llevo pegado a mi ropa. Me siento cansada, sobre todo de evadir la sensación de cansancio haciendo más y más cosas todo el día y llenándolo todo de palabras cuando estoy con otros. Sabiendo que todas las noches me espera la esfinge y tengo que dar respuestas.

El enigma me tiene atrapada. Quiero ser Edipo sin Edipo. Negarme. Esa idea recorre mis días, en el trabajo y sobre todo cuando estoy sola en mi piso. No sé cómo es que llegué a ser Edipo pero lo soy. Edipo revuelve en el barro buscando respuestas que se alejen de las predicciones de los oráculos, que evadan el destino que lo determina. Puedo verme revolver en el barro buscando en forma frenética lo que no veo, lo que se me escapa todo el tiempo. Sólo hay barro. Me levanto y voy al baño. Abro la ducha y me meto bajo el agua tibia con la ropa puesta. El barro se vuelve agua oscura y me recorre la piel. Cierro los ojos, y el agua se desliza sin permiso por mi cara y mi pelo se vuelve pesado. Me quedo una hora bajo el agua purgando mi dolor. Mientras, las últimas horas, que me quedaban colgando del cuello, terminan por irse junto con el agua. Sin tiempo, ni pasado, estoy preparada para enfrentarme a la esfinge. Este es el momento.

Me paro desnuda frente al espejo de mi habitación y me observo todos los rincones del cuerpo. Me resulta difícil decir quién soy. Aunque me esconda soy Edipo. Nadie lo sabe pero me duele. La veo en el espejo, está siempre ahí con esa media sonrisa. Trato de no pensar demasiado, hay un coro en la habitación que anuncia mi fracaso. No quiero escucharlos más. Pregunto sin dudar. Ella transforma su sonrisa en una mueca que me da miedo y el espejo se quiebra en mil pedazos. Cubro mi cara y mi cuerpo de los vidrios que saltan disparados por la habitación. Cuando vuelvo a abrir los ojos no queda más que un trozo de espejo intacto en donde lo veo, está Edipo desnudo sin certezas. Tomo el pedazo de espejo y me corto la cara haciendo un tajo largo que la cruza para siempre para que todos lo vean y para seguir recordando.


PATRICIA BUSTELO
Septiembre 20003

ABEJA REINA

Marzo 2003

ABEJA REINA

Hoy soy la abeja reina.
Te atrapo.
Tu respiración se acelera.

Yo pienso desmenuzarte lentamente
Sin dudar
Sin hablar

Si te vas con tus despojos, voy a entenderte
No me vas a ver más
Pero hoy soy la abeja reina

Y la música dice: sin piedad.

Es un segundo.
Y me muerdo los codos frenéticamente para no lastimarte.

Me tomo un trago de veneno dejándote ir.
Me dejo ir también.

Soy la abeja reina sin un reino.

Es inútil, ya vendí mi vida por una moneda de una sola cara.


PATRICIA BUSTELO