patito

domingo, 10 de octubre de 2010

Jacques Lacan: la palabra vestida sólo de palabra


Leer a Lacan fue una empresa que asumí con el mayor de los respetos en diferentes momentos de mi vida. Primero durante mi adolescencia cuando en aquellos días de verano antes de que comenzaran las clases recorría la biblioteca de mi padre en busca de aventuras mentales. Luego, cuando estudiaba en la universidad, lectura impuesta por varias cátedras, elgiéndome textos de Lacan a su antojo, imponiéndome un recorte del autor y de su obra con la que estoy parcialmente de acuerdo. Ahora, adulta, ventajas de ser mayor, si realmente existe alguna ventaja, puedo elegir mis lecturas con total libertad y armar el puzzle de Lacan sola, independiente y libre.

En El mito individual del neurótico descubro a un Lacan didáctico, el texto es parte de unos seminarios que se dictaron en su momento, y lleno de ejemplos contextualizantes. Me encanta que Lacan no pretenda ser otra cosa que él mismo. No sé si soy clara cuando digo esta frase, pero sí me ha pasado, quizás ustedes compartan la experiencia, que he asistido a conferencias y cursos en donde el expositor de pronto se plantea ser otro por un rato, para amenizar, para agilizar la presentación de sus ideas al auditorio. A mí misma me ha pasado de torturar a compañeras de trabajo y amigas haciéndolas escuchar un posible discurso mío como expectadoras simuladas y anticipadas. Una quiere ser otra más clara, más dinámica, pero Lacan quiere ser Lacan. Él sabe que la palabra está desnuda de sentido, que ni siquiera logra significarse a sí misma y quizás por eso no intenta vestirse de nada más que de Lacan, o bien, ni siquiera se plantea el tema de vestirse de algo, va desnudo aunque no despojado de sentido.

La palabra se ordena en la dimensión de la verdad siempre y cuando la verdad no forme parte del universo de lo real. Y como escritora leer esto me enamora. No logro despegarme de esta frase, casi no podré volver a pensar nada con claridad porque esta frase estará ocupando un espacio permanente en mi cabeza y revoloteará sin cesar...La verdad no forma parte del universo de lo real, la verdad es ficción, idea de verdad más que hecho de verdad o bien los hechos son ideas, como las palabras, ideas de cosas, representaciones mentales de cosas que no podemos obtener. Lo simbólico entonces entra a jugar un papel fundamental en este cuadro lacaniano sin remedio. El símbolo para este autor tiene valor de relación, es un modelo que plantea relación de sujeto a sujeto. Y en el plano de la verdad, alejado de la realidad, la relación sujeto a sujeto se construye con un discurso simbólico que nos hace tener pero no ser.

Tenemos la palabra, pero no somos la palabra. Fundamental concepto para entender los vínculos discursivos que plantea el autor. En el discurso se armará la mayor trama, la auténtica no-real-verdad en donde símbolos aparecerán de la mano de palabras vinculando a sujetos que estarán "llenos de" pero no serán nada. Me hizo pensar que no ser la palabra en parte no suena a vacío. Todo lo contrario, suena a estar más cerca de lo real, aunque en donde somos no podemos nombrarnos. Somos en lo real que la palabra no logra ni siquiera rozar.

Para la literatura es fundamental todo este planteo que encierra ángulos de análisis como la palabra, lo real, la verdad, lo simbólico. Todos son elementos fundamentales en cualquier análisis literario, las bases casi de cualquier enfoque que se precie. ¡Cuánto de literatura tenía el planteo lacaniano!. Lo real, lo imaginario, lo simbólico se conjugan entorno a un discurso que llega a nosotros desde el sujeto sin poder significarse pero que en su vacío de significación cobra el mayor sentido, conectándose con lo que realmente es intrínsecamente. Lo real es lo no representable, tiene existencia no representada, con un sentido no significable con palabras. No se puede simbolizar. En lo imaginario, el pensamiento por imágenes o más primario según Freud, no hay registro lingüístico alguno. Percibimos todo a través de los sentidos, el cuerpo propio, el yo, el otro, los movimientos del otro nos hablan del otro. En cambio lo simbólico, es la instancia mayor, EL GRAN OTRO, el nombre del Padre. El sujeto está allí, en el orden simbólico.

Me quedé leyendo esto y pensando, los que me conocen saben que logro hacer ambas cosas al mismo tiempo, y sinceramente me cautivó la idea de verme sujeta en lo simbólico. Dando vueltas a las palabras de Lacan, me imaginé atrapada cual princesa en la torre de lo simbólico, un mundo que está realmente hecho para mí. No logro imaginar un sitio más real que lo subjetivamente real de lo simbólico. Allí haría esfuerzos por manifestar mi deseo, según Lacan, utilizando símbolos en mi discurso. Ese es mi lugar, lo admito, Lacan, sé que no es mío solo, que todo sujeto tiene este espacio, pero no podrán negar que yo lo disfruto mucho más que algunos...

Leer Lacan me hizo pensar en la literatura directamente, en los procedimientos que creamos los escritores, en los disparadores y en los esfuerzos inútiles que hacemos por significar lo real en lo imaginario. Me hizo pensar en mí. Le creí, nunca fui más sujeto que leyendo este compilado de seminarios del autor. Soy sujeto en lo simbólico porque soy escritora en lo real. O sujeto en lo simbólico porque en lo imaginario no logro significarme como nada más que lo no significado, borrada para siempre, anómina de subjetividad, retrasada para el momento final, cuando la obra se culmine, el libro se cierre y nada haya sucedido realmente.

2 comentarios:

  1. Respuestas
    1. muy lindo como relatar, bien vale la intencion de escribir.
      igual no se si "Lacan quiere ser Lacan", eso es una proyeccion tuya.Lo importante es que sus palabras te tocan, te abrazan, te hacen reflexionar !!! creo que todos buscamos tan solo ser.

      mucha suerte, bonita!!!

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