patito

miércoles, 30 de junio de 2010

En auto

8/10/2002

En auto


Si me preguntan, no estoy a gusto: sentado en el asiento del acompañante, mirando por la ventanilla, escuchando la música que él eligió casi desde antes de saber que íbamos a ir en auto.

Maneja pensando, quizás, en la conferencia de prensa, en el lanzamiento o en algo de ese estilo, porque casi siempre que lo hace frunce de un modo particular el ceño y hace una mueca repugnante. Y como no hay espacio físico, ni para preguntar, en este auto repleto de instrumentos, libros, papeles y valijas, me quedo con la duda. La retengo.

Ahora baja su ventanilla aún más. El aire entra a borbotones, en coágulos helados. Me toca la cara y revuelve los papeles sueltos que van en el asiento de atrás. Me mira y vuelve a poner la vista en la ruta que da giros y más giros. Me marea tanto giro. Detiene el auto súbitamente sobre el cordón de la ruta y pasan los autos-marea peinándome y despeinándome. Él quiere comprar algo porque veo que camina hacia una estación de servicio. Palpa su bolsillo trasero buscando dinero o algo así. Aprovecho para ir al baño, ya pasaron dos horas desde que salimos de casa.

La primera vez que fuimos fue hace años, como cinco, aconsejados por nuestro representante. Y luego se hizo frecuente y hasta cómodo en algún sentido, lugar conocido, reacciones predecibles.

Nunca antes fuimos en auto. Y hoy cuando me despertó el timbre del reloj de Lina nunca hubiera imaginado que él hubiera decidido ir en auto. Mucho menos que él pensaba manejar.

Y no lo veo, ni si quiera es ya un punto a lo lejos, no existe. Pasan los minutos y no quiero saber qué compró, ni adivinarlo como otras veces. Y es ahí cuando camina seguro hacia el auto con cara de satisfacción. Sube, me muestra sus manos llenas de caramelos masticables y ácidos y enciende el motor.

La ruta está empolvada de silencio, y la música asesina mi paciencia. Me mira irónico, con esa sonrisa que nunca entendí del todo, que está entre el espanto y la alegría.

-Fumà si querès. Y cambià la música, ponète un cd de los que están en la guantera, elegí el que más te guste, dale, con confianza, al final este viaje es un embole, ni me hablàs, ni nada.

Abro la guantera y busco un cd decente, y encuentro uno de Mercedes Sosa cantando a Charly Garcìa. No lo dudo. La música cambia el orden de los papeles en el asiento de atrás, y las cajas llenas de instrumentos y las valijas están apiladas en orden. No hay más que un mínimo espacio en este auto para mis pensamientos. Me encorsetó determinándome a pensar en pequeños centímetros. Y cuando la canción que da título al álbum termina, descubro que está musitando algo. Afino mi oído y descubro que tararea una canción anterior, de la radio. No existe. No existo.

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