patito

sábado, 10 de septiembre de 2011

BENDITA CELIA

Debería haber bendecido el día en que conocí a Celia B. porque ella era la razón por la cual no hay que creer en la perfección de las cosas, simplificaba toda su persona, la metáfora de la resignación.

Muchas veces, equivocadamente, había querido cortar relación con Celia, sus comportamientos me perjudicaban, y por alguna razón ajena a mí nunca pude dejar de verla. Hoy siento un bálsamo reconfortante al pensar que todos estos largos años estuvo en mi vida.

Tenía esa forma suave y mortífera de abandono, esas prioridades y ese punto de vista que me llevaban a experimentar sensaciones en un abanico que recorría desde la bronca hasta el asco. Y así había cambiado mi vida. Hubo momentos difíciles, debo admitir, pero ahora cerca de mi muerte los recreo con alivio.
Me enseñó todo lo importante de la vida. El resto lo aprendí por ahí, con otros. Celia B. había sido mi maestra en la tolerancia y en la aceptación de que todo aquello que ansiamos puede no suceder y aún así seguir viviendo confiando en la próxima oportunidad.

En la habitación del hospital, (las enfermeras no paran de visitarme, regulan aparatos que tengo enchufados por todos lados), tengo una pequeña mesilla de noche y un vaso de agua fresca. Con esfuerzo, me incorporo, y lo tomo con cuidado. Me tiembla la mano. Tengo los labios secos, la garganta muda de horas en silencio. Sorbo una, dos y tres veces. Luego, como si el esfuerzo hubiera sido extremo, la mano se deja vencer y el vaso se cae al suelo, volcándose el agua, rodando hasta la pata del sillón. Lo miro rodar. Sobre el sillón hay revistas apoyadas, las visitas las van dejando. Yo voy dejando a las visitas, pero eso es una obviedad y no vale la pena aclararlo. De pronto, entra el Dr. Rodríguez. Ya desde la puerta se lo adivina serio, preocupado, diría Celia. Me hace bien pensar en cómo actuaría ella en estos momentos si estuviera allí. Seguramente me diría que estoy muy mal y que es grave aunque el resto en la habitación pusiera cara de “ella exagera”. Celia B. no morirá como yo. Está claro. Ella sólo dejará su cuerpo un día cualquiera para entrar en otro inmediatamente porque los seres como Celia son necesarios para seguir creyendo que las cosas pueden salir mal.


Patricia Bustelo
Septiembre 2011

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