patito

martes, 22 de marzo de 2011

EL DISCURSO DEL REY: vestirse de palabras para representar el ser



La película El discurso del Rey es una obra que bien vale la pena si se quiere disfrutar de un gran reparto y de la sutileza de la actución de Colin Firth। En su punto, como todo lo bueno de la vida, llena la copa de un vino añejo, y nos entrega el color exacto, la textura y el cuerpo del rey George VI.

Tom Hooper realiza una magnífica composición dirigiendo una película que coquetea con la anécdota pero que se hace grande por su inteligente visión del guión। Tom ve al rey, ve al ser humano detrás de la investidura y nos brinda el back stage de la realeza británica. Como si pudiéramos estar sentados en el diván mientras el rey se psicoanaliza, somos cómplices, testigos directos de lo que sufre el personaje al enfrentar a una sociedad que le pide un modelo estricto, un deber ser despojado de su invidualismo. Sin embargo, George, tiene en su interior al monarca intacto, su sentido del deber, su amor por la tarea a realizar lo hacen mucho más rey que su hermano que con toda lógica dramática e histórica abdica al trono.

Colin Firth encarna a un hombre temeroso, o mejor dicho, a un hombre que revela al niño que fue y del que no se puede desprender. Su médico, con métodos poco ortodoxos, lo libera dándole algo más que una cura: un vínculo. El mejor de los antídotos para un tartamudo de emociones, inseguro de lo que es, golpeado en su autoestima desde muy pequeño por los modelos más fuertes y fundacionales que tenía, su padre y su hermano. El vínculo que le brinda su médico le devuelve el hombre que es y quizás por eso llega a ser el rey que debe ser. Porque para vestirse de algo grande hay que llenar con un ser inmenso los trajes primero.

Hooper nos muestra con maestría y elegancia( las escenas y los decorados tienen todos una construcción equilibrada), cómo rescatando al hombre se construye una nación. La palabra, arma crucial en el drama que se plantea en el film, es la que determina quiénes somos, nuestro poder. Saber decir a los otros es saber guiar, estar lleno de poder y dar seguridad. El rey debe enfrentar el hecho de que el poder es mediático y en la radio se hace verdadl su reinado. Ya no es la palabra escrita la que manda, sino la palabra viva, saliendo la garganta del personaje la que tiene presencia, la que dice lo correcto, lo que se espera.

El personaje de su mujer me llenó de ternura. Es la figura femenina la única que muestra que el rey George es alguien que vale la pena aún cuando todavía ni siquiera él cree en sí mismo. Ella lo acompaña y padece sus temores de la peor forma, como su amiga-amante. Ella sabe reírse de sí misma, y aunque no se atrevería a reírse de su marido por miedo a destruirlo, le muestra su apoyo incondicional y desinteresado.

Inglaterra, famosa entre otras cosas por sus protocolos estrictos, su té de las cinco de la tarde en punto, su etiqueta, sus clubes de hombres, y tantas otras cosas ligadas a la formalidad más conservadora, tiene un rey tartamudo. Y me pregunto, ¿un rey se hace o se nace?, ¿un tartamudo se hace o se nace?. La película parece decir que somos sólo aquellos que deseamos ser, luchando siempre contra lo que nos dicen que seamos, que fuimos, que seremos. Pero somos auténticamente lo que dicen aquellos que nos aman que somos. Somos mucho más en esos espacios que en los otros sumados.

George VI reinó tal y como estaba previsto, con las formalidades que se le requirieron en su momento, y con algo más sólido que una herencia, un mandato: un vínculo sincero. Un amigo. El únco capaz de decirle lo peor de sí mismo, aguantar que el reflejo devuelva con dolor palabras hirientes, temiendo perder en cada instante el lazo que los une, arriesgando todo con tal de sacar al otro de la oscuridad y el temor en el que vive. El rey habló finalmente en la radio, dijo su discurso con dificultad pero logró superarse, mostrarle a los súbditos que podían confiar en su palabra que firme y constante los acompañaría como el peso de un ejército, como la fuerza de un imperio entero que no podría titubear, sin tartamudeos morales, sin tartamudeos económicos, guiándolos hasta la victoria.

Hoope me emocionó por rescatar al hombre de esos ropajes pesados y mostrármelo vulnerable, amado, subestimado, lleno de miedos, y siempre, más humano que inglés, más humano que rey, más humano que gobernante. Curándose, no es mejor rey, es simplemente él que es lo más complejo que alguien pueda lograr.

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