patito

martes, 16 de noviembre de 2010

Un corazón en invierno: el panóptico interior y la muerte


Viendo la película francesa, Un corazón en invierno, pensé en Foucault. Hace años que mi pasión por este autor francés está dormida y la película la despertó de golpe. Literalmente, sufrí un golpe este fin de semana, me caí de una pequeña escalera en mi casa, y ahora viendo la película tiene mucho sentido la frase "despertó de golpe". Claude Sautet, el director de varias de mis películas preferidas sobre todo de "Nelly el el Sr. Arnaud" vuelve con este film a plantearse esos silencios entre las personas que son claves en la construcción y la destrucción de los vínculos. El reparto, como siempre en este director, es impecable. André Dussollier, un monstruo de la actuación francesa, Daniel Auteuil, un clásico del alto cine francés y la bella y talentosa Emmanuelle Béart son siempre cartas ganadoras a la hora de relatar una historia como ésta.



Camille, violinista se enamora del socio de su novio y en el proceso va descubriéndose ella otra, abriéndose a diferentes sensaciones que la llevan al desequilibrio por la falta de respuesta de su amado, Stephane. Ella, que parece fría y distante termina por convertirse en una mujer pasional dispuesta a decir, vivir y enfrentar al mundo por ese amor que ha descubierto en su interior. Stephane es un luthier famoso, reputado, que se mantiene en un plano de cordialidad, intriga, inacción. Es un verdadero espectador de la vida de los otros, sin demasiado compromiso, sin entregarse desmedidamente a nada, ni a nadie, transcurre sus días sin buscar el cambio. No hay marcas de guión que nos aseguren que él la ama, pero tampoco hay marcas que aseguren lo contrario. Sólo un breve y cruel diálogo entre ambos pone en su boca palabras que indican que él no la ama aunque nosotros incrédulos vemos la escena con fastidio sin creerle demasiado. ¿Por qué hacemos eso?. No es que queramos que todas las películas sean historias perfectas de amor pero nos han contado hacia el inicio del film que él tiene un socio, Maxime, con el que trabaja hace muchos años, 10 para ser más precisos, y con el que comparte todo, incluso hacen deporte juntos. Lo deja ganar porque siente que él es feliz, le escucha sus aventuras y experiencias porque así lo prefiere Maxime. Nunca sabremos, de principio a fin, qué es lo que realmente desea en la vida Stephane. ¿Por qué creerle cuando dice que no ama Camille?. Stephane es víctima, como tantos que he conocido en mi vida, del miedo. El peor enemigo de la vida, el miedo.



La cárcel que construye para sí es dura, fría, de barrotes inviolables. Su contacto con el mundo lo hace a través de esa cárcel perfecta, de autocontrol interior, que recuerda al panóptico de Foucault. Un sistema de vigilancia extrema como el que había analizado el teórico con celdas concéntricas diseñadas para que el preso estuviera permanentemente vigilado, o se sintiera de esa forma y frente al temor de estar siendo observado se autocontrolara hasta el extremo más inhumano.



Stephane construye su panóptico emocional en donde el carcelero es el prisionero mismo. El dejar pasar esa gran oportunidad, una mujer bella y talentosa le entrega su mayor confesión, le revela su amor, su deseo y él a cambio decide seguir resguardado en ese "invierno" interior dejando pasar sus días y la felicidad. Su antiguo maestro de música, está enfermo, su mujer lo cuida con ternura, es su amiga, compañera y él lo observa inmutable por fuera, revuelto por dentro. Stephan ve en su profesor enfermo el hombre que no llegará a ser nunca él, su elección lo destina a la soledad. No habrá un ser amado que lo acompañe en esos momentos difíciles y será a causa de que se ha encerrado en ese panóptico perfecto, eligiendo el autocontrol total de sus emociones para quedar solo, anónimo en su dolor, aséptico de vida.



Hacia el final, Camille que ha pasado por la más grande humillación confensándole su amor y siendo rechazada, se encuentra con él antes de un concierto. Ella está viva en su proceso de superación de ese amor, en esos segundos en los que el magistral director nos muestra cómo siempre algo permanece en la mirada de los amantes a pesar del tiempo transcurrido, viva en esa capacidad que tiene el amor de transformarse a lo largo del tiempo en otras cosas como ternura, nostalgia, melancolía, silencio, y él, Stephane, más muerto que nunca cuando le responde a ella que sí iría a verla cuando toque en París.



Supongo que un tipo de espectador, como mi madre, (me lo confesó ayer por teléfono) se siente impotente y enojado con Stephane, su inacción, su desinterés por lo vital que mueve nuestra alma. Por verlo muerto, por dejarla ir, pero hay otros espectadores, como me pasó a mí, que no dejan de pensar que su tortura es insoportable, su destino está lejos de cualquier tarot, las líneas de su mano no podrían ayudarlo, las pócimas, los conjuros porque ha basado su vida en la construcción de un fuerte seguro y sólido, ha aniquilado sus sueños y resignado todas sus ilusiones para respirar y caminar, higienizarse y trabajar sin dejar más huella, sin palpitar ni un segundo. El personaje lo dice de alguna forma cuando intenta explicar lo que para él es la música: Son los sueños, dice, le gusta porque representa a los sueños. Ya no toca, ha dejado hace años, sólo repara violines para que otros toquen en su lugar. No cree en los sueños, no construye sueños, en su lugar levantó muros gruesos y rígidos de piedra por donde se cuelan algunos olores, sonidos, palabras. Stephane vive su muerte apasionadamente mientras que los demás despóticos por el dolor y la impotencia que genera el personaje le imploramos y exigimos que salte esas murallas y ame, grite, clame, llore, corra bajo la lluvia con Camille, como en esa maravillosa escena, y entregue su alma.



No me asombra que este director logre esta gran película, no me asombra que Maxime perdone a Camille luego de lo ocurrido con su socio Stephane, no me asombra tampoco que Camille se recupere y crezca como concertista y triunfe y no me asombra que Stephane ayude a su gran maestro a morir, porque es el lugar que mejor conoce, al que no teme, porque ya está muerto.



Stephane y yo no compartimos nada en absoluto, quizás solamente el amor por la música. Aunque no creo que la música me conecte con los sueños, como a este personaje le sucede, yo tengo mis sueños unidos a la palabra escrita, y todo aquello que puedo vivir de antemano en mi mente, me permito experimentar con mis seres queridos, mi amor, mi profundo amor, mi elección de seguir adelante, de entregarme sin medida alguna me definen por completo. Me agarro a la vida con la mayor fuerza que pueda existir, arriesgo, me vacío, me lleno, me caigo pero nunca nunca, como Stephane, la veo pasar.

8 comentarios:

  1. Por unos de esos azares del destino (o de Google, que a estas alturas casi es lo mismo), he llegado a tu página. Vi la película hace tres días y buscaba algo de opinión ajena, tan saturado como ando de la mía.

    Me encanta lo que dices sobre ese monstruo abismal llamado Stéphane. No porque no sea humano, sino por cómo ha ido recluyendo su humanidad en el interior de sabe Dios qué clase de grutas espirituales.

    Sólo un añadido: cuando él va a ver el piso de Maxime, se siente terriblemente mal al saber que quien llama por teléfono es ella.

    Sospecho, dentro de las complejidades de esta grandísima película, que se siente mal porque -por primera vez en muchos, muchos años- no sabe lo que está sintiendo. Porque los sentimientos que de súbito se le agolpan en el pecho exceden con mucho cualquier previsión que de ellos hubiera podido hacerse antes. Parecido a lo que tú dices de "todo aquello que puedo vivir de antemano en mi mente"; sólo que Stéphane se bloquea cuando algo de la vida real desborda su propia mente.

    ¿Está enamorado? No lo sabe ni él. Es indudable que ella le fascina incluso antes de saber que está con Maxime. Ya en la escena primera del restaurante, la observa embobado. Pero el caso es que la rechaza en cuanto ella también se siente fascinada por él. Del mismo modo que no sabe cómo asumir un posible enamoramiento a distancia, no sabe tampoco asumir una correspondencia.

    Mentalmente, pero quizá errando, he relacionado esta película con "La Pianista" de Haneke. En esencia pueden parecerse en poco, pero el sustrato de dolor, traumas, cerrazones y miedos lo he percibido como muy parejo. Aunque soy consciente de que se trata de una percepción algo forzada; tal vez porque ambas películas me han obligado a una introspección a la que muy excepcionalmente aboca el cine.

    En fin, que un saludo.

    Ahora voy a estudiar un poco, y luego me pondré a curiosear por el blog, que veo que también hablas de literatura...

    Ciao!

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  2. Hola Javier!!! què bueno que te hayas animado a escribir un comentario, sinceramente te lo agradezco. La otra pelìcula que comentàs es genial, fuerte, contundente. Da para una charla en sì misma...quizàs deba hacer una nota al respecto. Me dejaste una buena sugerencia...Stephane es un ser encerrado en su propia imposibilidad...y aunque como vos señalàs se haya sentido mal al visitar el piso de su amigo no es suficiente para amar. Si te hace mal el amor y no logràs reaccionar nunca es suficiente...no te parece?

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  3. Buenas, Patricia.

    Desde luego, la reacción de Stéphane no es suficiente. O logra reaccionar, pero en sentido negativo. Ha de regresar a su retraguardia... no sabe, no puede, o le duele amar (en eso se parece a Erika Kohut); y ha de sustituir ese amor con una contemplación distante de la realidad (el 'sueño' de la música).

    La verdad es que me estoy dando cuenta de que es una película alucinante. Ah, y no lo he dicho antes, pero te lo digo ahora: tu crítica me parece muy buena. Presionas en los puntos clave del asunto, y me gusta mucho.

    Saludos cordiales desde España (en Madrid, concretamente).

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  4. Gracias, Javier, un lujazo tener tus comentarios y gracias por decir que te gustó. En el mundo de hoy hemos desaprendido muchísimo el valor del halago, y alienta, motiva. Hice presión en los puntos que para mí eran vitales al ver el film aunque como soy de la escuela de la hermeneútica, creo que habrá tantos puntos importantes como espectadores...

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  5. Mariano Marcos Linari20 de agosto de 2011, 12:36

    Hola,Patricia:Esta película la ví hace un montónde años y siempre me acompaña,de alguna manera.El próximo Jueves la voy a pasar el el Cineclub que tengo en San marcos Sierras,provincia de Cordoba,donde vivo.Supongo que moviliza cierto tipo de dificultades que tengo con los afectos.Aunque frente a Camille,dificil no intentar vencer las propias dificultades.En todo caso,creo que lo que me gustó de la película es ese poner en foco estas ciertas dificultades del protagonista.Me gustó mucho tu análisis.Un abrazo.Mariano.

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  6. Gracias, Mariano! un lujo tenerte de seguidor!. La película sin dudas no deja indiferente a nadie...sea cual sea la visión e interpretación de la misma, siempre deja huella. Y si, coincido, Camille muestra las propias dificultades!!! porque uno proyecta o porque uno reconoce en los personajes a personas conocidas. Las dificultades son la clave, coincidencia número 2. Totalmente expresadas, y manifiestas, las piedras en el camino son un pilar fundamental en el cine francés de autor. Gracias nuevamente por seguirme!

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  7. Hola,
    Sera mejor si tienes una direccion de correo para enviarte mi comentario acerca de "Un corazon en invierno" pues tu pagina web no me deja publicarlo integramente.

    Un saludo

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    1. qué mal! me hubiera gustado saber tu opinión. quién sos? mil gracias por interesarte en mi blog!

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