patito

miércoles, 26 de enero de 2011

Arroz amargo: la fortaleza de una idea es la clave femenina más definida


Vi Arroz amargo esta semana. Había comprado la película durante los años vividos en Madrid como parte de una ilusión de tener algún día la videoteca más completa. Y este film del director de Santis me dejó sorprendida. El neorrealismo italiano era muchas cosas para mí pero nunca trasgresión. No por lo menos como lo vi en Arroz amargo. Tiene ese concepto delgado y firme a la vez de que la mujer encierra algunos de los secretos más vitales. El deseo, la ambición, la bondad, el perdón, la crueldad están todos en los personajes femeninos del film. Los hombres parecen acompañar a esas inmensas mujeres (al ver a Silvana se hace literal) que parecen acaparar la raza humana toda ella bajo sus pieles, desbordante.



El amor es una historia compleja en de Santis. El amor es esa imagen que tenemos de nosotros mismos que deseamos encontrar en otros. Silvana, rústica ha soñado con una mujer que puede ser diferente a la que con los pies metidos en el agua cosecha con sus manos el arroz de otros. Ella quiere una vida con emociones alejada del mundo gris de la Italia de post guerra. Cree que la aventura está esperándola, y corre hacia a ella sin dudar. Gassman que hace el papel de chico malo está delineado perfectamente, cuidadosamente en cada movimiento. Un hombre de dudosa moral, sin mayores talentos que la seducción, encuentra en la cámara del director momentos dignos de collage. Tiene primeros planos impecables, expresiones y movimientos absolutamente verosímiles. El cine tiene ese don de hacernos ver una historia, la literatura nos hace ver de otra forma. El cine pauta un poco más pero no tanto. Y de Santis nos regala la mirada más erótica de este reparto de actores que estando en su mejor momento nos llena de fantasía.



Erotismo moderno lleno de imágenes inpensadas: mujeres luchando en el barro, ropa mojada por la lluvia, mujeres desvitiéndose despreocupadamente, hablando sobre hombres, disparando pistolas ajenas, dialogando hasta la más estrecha intimidad, todo eso es un conjunto explosivo que de Santis no duda en exponer y que dejará huella en nuestra memoria.



Literal y simbólico, maneja un discurso sexual permanente. Y los hombres, tanto el sargento como el bandido, son objetos de deseo permanente. Una podría pensar mirando el reparto que esta película es un fetiche asegurado de cualquier hombre que se precie, y sin embargo es una película pensada para mujeres. Quizás no las mujeres que la vieron por primera vez en 1949. Quizás esas no estaban del todo preparadas para disfrutar de este film en su totalidad, pero sí las mujeres de 2011. Nosotras al verla encontramos belleza y fuerza al mismo tiempo. Decisión y pasión y sabemos que no son sólo atributos masculinos, sino que podemos identificarnos en ellas sin dudar.



El humor es otro rasgo de trasgresión a lo largo de la película. Aunque en el cine italiano estamos acostumbrados a ver en medio de un drama un momento gracioso que convive a la perfección, en este film, de Santis pone en la música y el canto la forma de sacar afuera los demonios con un toque especial de comicidad. Qué terapeútico el fin del canto!. Podemos decirnos de todo pero cantando. Y eso hacen las cosechadoras de arroz mientras trabajan. Exorcisan sus demonios húmedas por el agua del arrozal, con ropas medio rotas, escasas, y cabellos revueltos, mostrando su rusticidad que las conecta a la tierra, a la fertilidad, a lo más primitivo y sexual.



Silvana es carne, erotismo, fuerza y lo más importante de todo, una idea. La idea que tiene de ella misma, que siempre como nos pasa a todos, se aleja un poco bastante de lo que somos. Se debate entre la mujer que es, con ciertos valores y la que desea ser, dejando de lado muchos de esos valores. La emoción pesa por momentos más que la consciencia. Se pierde, y nosotros como espectadores queremos que se pierda. Se vuelve más erótica, más brutal, y de Santis nos regala un personaje de carne y hueso, palpable.



No me identifiqué con sus debates, no creo en que cualquier fin justifica cualquier acto. Pero sí me identifico con la idea de que la búsqueda más importante de la vida es la de la propia felicidad, que te devuelve en el espejo esa imagen acertada de lo que queremos ser.



La fotografía es deliciosa, la escenografía perfecta y el vestuario el canal para que estos cuerpos llenos de deseos se expresen. Arroz amargo es violenta en su definición y corta como un cuchillo afilado ese costado cómodo que tenemos muchas veces desarrollado en esta vida moderna.

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