Las mujeres de mi vida son tantas y me han dado tanto que me hace falta otra vida entera para devolverles todo lo de ésta. He aprendido de todas ellas, me han acompañado de la mejor forma, tomándome de la mano, como necesito, y alumbrándome el camino con paciencia. He llorado con ellas, he confiado hasta el más íntimo secreto y siempre me han devuelto la confianza, fortaleciéndome en donde más necesito.
Las madres, las abuelas, las amigas, las jefas, las independientes, las alternativas, las clásicas, las que todas somos un poco adentro, me han dibujado como soy.
Dicen que las mujeres somos difíciles, que no nos conforma nada, que nunca se sabe bien cómo tratar a una mujer. No estoy de acuerdo. Sólo hace falta tomarse un poco de tiempo, prestar atención, ellas lo dicen todo, de mil maneras, indican lo que necesitan, palpitan en lo que son, y si nos acercamos con sinceridad y humildad, esa entrega no tarda en llegar.
Es cierto que ser mujer facilita todo este proceso para mí, lo entiendo. Conozco mucho mejor al mundo femenino que al masculino, claro está. Pero quisiera destruir ese mito que sólo nos aleja como géneros y no tiene mucho sentido al final de la historia de la especie. Y como alguien me enseñó una vez, si no contribuye, si no construye hay que repensarlo, redefinirlo y al final incorporarlo al camino positivamente.
Nosotras las mujeres, vivimos un interior lleno de contradicciones complicadas de equilibrar, junto con las hormonas que nos hacen seres bellos, vamos armando una masa rica en sabores y colores. Muchas veces esa masa nos atrapa, necesitamos de manos comprensivas y tiernas que sepan sacar de nosotras lo mejor que tenemos, porque lo tenemos y de eso no tengo dudas.
Nos piden belleza, juventud, nos encorsetan en clichés que nos pesan durante toda la vida y saben qué?, eso hace que todo este proceso de florecer y desarrollarnos se haga más pesado. Nos hace pensar más de lo debido, cosa a la que tenenos ya una tendencia natural por género, y nos quita nuestro brillo interior, esa identidad que tenemos todas las mujeres. Nos perdemos. Y quizás sea por este proceso que nos han colocado el cartelito de complicadas. Seguramente muchos hombres han conocido a muchas mujeres atrapadas en su propia masa de belleza y talento, todas manchadas, embarradas en sus pensamientos que nos la dejan ser y quizás por eso han pensado que era una tarea imposible relacionarse con ellas.
Yo les digo, tómense un poco más de tiempo, perspectiva, miren detrás de esa masa, tallen la Venus de su interior. Yo lo he probado con muchas de ellas y he encontrado obras de arte que no vi en ningún museo, y les aseguro que he visto muchos museos en mi vida. Mujeres altas, bajas, delgadas y gorditas, llenas de enormes músculos de talento, fuerza vital para enfrentar lo que vendrá con coraje y esa mirada detallada, captando todo lo que importa, guardando un trozo de cada experiencia para después. Las mujeres de la memoria interminable, que no sólo sirve para reproches, las mujeres de bondad infinita, que no son sólo mujeres de ONG, están en todas partes, todo el tiempo.
El cuerpo nos pide muchas cosas, y a las mujeres nos habla el cuerpo, la sociedad, las otras mujeres, tantas voces imposibles de acallar. Nos han lanzado a la empresa imposible de trascender las dimensiones y superar al tiempo. Si los hombres pensaran lo difícil de esta tarea entenderían un poco cómo se siente ser mujer en estos tiempos. No creo que seamos víctimas, soy feliz por ser mujer y sé que las mujeres de mi vida dirían lo mismo, pero es importante dejar claro que nuestra tarea pesa tanto como los imposibles a los que nos exponen.
Nos han pedido talento, y hemos dado talento. Nos han dado espacios acotados para desarrollar y exponer ese talento a lo largo de la historia y poco a poco fuimos ganando terreno. Me siento orgullosa de nosotras por lo que somos capaces de superar y a lo que somos capaces de sobreponernos. Somos mujeres y guerreras, somos objetos de deseo y madres y tenemos que compaginar todas esas identidades que a veces se llevan un poco mal cuando se rejuntan a la vez. ¡Con qué pocos recursos tenemos que lograr nuestra meta!.
Y aunque no debería hacer esto, quiero hacerlo, ejerzo mi derecho a la expresión, la palabra que ha sido un terrero masculino por años, la palabra que como una espada no podía ser empuñada por una mujer sin ser criticada y apartada. Sucede que soy una mujer de mi época, con todo lo que eso significa, y me cansé de los esquemas que simplifican todo y dicen que hay cosas de hombres y cosas de mujeres. Hay cosas, gente, son sólo cosas y cada cual le imprime su sello personal y único de género. Hagamos espacio en la mente para que nuevas ideas entren y crezcamos, ordenemos diferente este lugar en donde convivimos hombres y mujeres. Nos necesitamos, nos gustamos, deseamos y seguirá siendo así por siempre. No entremos en luchas y carreras que nos desmarquen de lo que somos.
Pasamos más tiempo entablando diferencias que buscando los puntos en común. Ese principio me parece errado para dos géneros que al final sólo quieren relacionarse y darse felicidad mutua. Centrémonos en todo aquello que nos une, por similitud o diferencia, centrémonos en todo aquello que es de la forma en que tiene que ser para que podamos ser. Dejemos de pelear y discutir con todo aquello que nos define. Es hora de mirarnos al espejo juntos, vernos bellos, y cuidarnos, alentándonos, complementándonos.
Mujeres que entenderán esta nota, mujeres que se identificarán con mis palabras, gracias!. Mujeres que me han enseñado a construir mi propia mujer y a sentirme feliz en un mundo que me dijo muchas veces no a lo que mi cuerpo de mujer me pide. Gracias, amigas mujeres por dejarme ser totalmente y libremente como soy. Lo necesitaba, lo necesito y me emociona.
Mujeres de mi vida, feliz día. No por ser el día de la mujer, sino como deseo de felicidad para todas ustedes. Bellos exponentes de mi género, hermosas damas, las tomo de las manos a todas con esta nota, las abrazo, las miro a los ojos y les devuelvo esa confianza que han depositado en mí. Mis palabras, llenas de curvas, dibujan un perfil en donde me reconozco. Tomen ahora su lápiz o lapicera y dibujen en su mente su perfil, su fórmula para ser felices y atrévanse.
Sea cual sea su destino, mi destino será un poco el de todas ustedes. ¡Somos mujeres!.
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